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OPINIÓN: Venga megavatios
Como los caballeros ya no llevan pistola, no puede uno echarse la mano a la cartuchera cada vez que escuche expresiones que son por sí mismas preámbulos de la horterada como «espectáculo de luz y sonido». Pero conviene al menos tentarse la ropa ante el temporal de nieve simulado que los estetas del Ayuntamiento van a proyectar en la fachada plateresca de la Casa Grande. No se oía en la ciudad semejante cosa desde los tiempos de la Expo y el pastiche neocateto, pero modernísimo, que cada noche se perpetraba sobre el lago junto al pabellón de España. Como daño colateral, la plaza de San Francisco vuelve a estar infestada de casetillas efímeras, horrendas, en este caso las enormes carcasas que protegen los cañones y bafles. La iluminación navideña del centro, sobria y medida, ha constituido un gran acierto por su sencillez evocadora y ahí se han embalado los electricistas de guardia. Llevaba razón Oscar Wilde: tonto es aquel que no sabe reponerse de un éxito. Irremediablemente, Sevilla tiende a la estridencia. No basta con arreglarse el Domingo de Ramos, hay que vestirse como para la boda de un marqués. No es suficiente iluminar las calles en Navidad, hay que montar una Calle del Infierno en pleno diciembre.
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