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Mateo Díez frente al final de la vida

Título: «Azul serenidad». Autor: Luis Mateo Díez. Editorial: Alfaguara. 130 páginas, 15 euros.

La Razón
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No es una novela, sino un linimento. El Premio Nacional de Literatura se afana en la consoladora tarea de transitar por unas vidas con el fin de rescatarlas de la muerte. Sirviéndose de capítulos cortos, el académico narra el fallecimiento de su cuñada a causa de un cáncer que viajó a trescientos por hora sobre su anatomía y el de su sobrina, la fotógrafa Sonia Díaz, que renunció al oficio de vivir por voluntad propia. Hay un momento estremecedor en el relato, cuando se reproduce la carta que Sonia escribe a sus padres. Como dice Mateo Díez, «una cosa es querer vivir y, otra, saber hacerlo». Pese a que «Azul serenidad» es la contestación a la incapacidad de soportar el dolor sordo, a la angustia o a la impotencia, el narrador no se permite el desgarro, ni incurre en el tremendismo que conlleva todo fallecimiento. Ni siquiera atraviesa el texto una visión desesperada. Acaso, porque una vez que se ha estado en la línea que separa la vida de la ausencia definitiva, sólo queda contarlo retorciendo el idioma hasta ampliar su tesitura. El resultado es un libro de memorias que no lo son. Un cuaderno desmitificador contra el olvido y un acta notarial de amor más allá de la carne. Como siempre en Mateo Díez, su idioma es valiente, hermoso y elegante, escrito con el alma en cada oración. Si escribir es viajar por uno mismo, el autor se ha recorrido de norte a sur en busca de una verdad nada complaciente para completar una bitácora que pudiera servir de apoyo en pérdidas futuras. Un consuelo para el lector, porque la muerte es lo más democrático que existe y nos afecta a todos.