Elecciones en Estados Unidos
Lucha con uñas y dientes por Manuel Coma
Ni la vencida ni la derrotada. Las cosas se quedan más o menos como estaban. A efectos electorales parece que el tercer debate es una repetición del segundo. Ventaja para el presidente norteamericano en agresividad pugilística, pero no parece que logre contrarrestar el muy respetable empujón que el aspirante republicano consiguió en el primer debate, que le puso las cosas a Barack Obama mucho más difíciles de de lo que las tenía. Ahora están en el empate absoluto, con tendencia a una ventaja de un par de puntos para Mitt Romney. En los estados decisivos para el colegio electoral, que es lo que cuenta, pequeña delantera del candidato demócrata, acortándose. Si el resultado de ayer le ayudase algo, podría darle la victoria. Lo más probable es que la lucha continúe con uñas y dientes hasta la apertura de los colegios electorales.
Pocas uñas y casi ningún diente exhibió Romney en la noche del lunes. Si hubiera tratado de quedar bien conmigo probablemente lo hubiera echado todo a perder. Su línea me ha resultado maricomplejinesca y blandiblú y seguro que también se lo ha parecido a muchos de ese 47% de votos que tiene amachambrados, pase lo que pase. Sus estrategas lo han dirigido como un rayo láser hacia el 5% de votantes que fueron de Obama en las presidenciales de 2008 y que ahora no acaban de decidirse. Les cuesta abandonar a quien tantas ilusiones les hizo concebir, pero no están satisfechos con su gestión económica y temen que en el futuro sea peor. Todo el trabajo de Romney consiste en convencerlos de que él les ofrece mejores garantías. El 60% de ese 5% podría bastar en los estados «toss-up» (de cara o cruz). El problema del debate sobre política exterior es que en ese tema no tienen nada en contra del ilusionista, por más que sus trucos presagien desastre. El desafío moral y dialéctico era desenmascarar al menos un poco a Obama, de manera convincente y sin asustar a los indecisos. Es tarea de la política honesta educar al público en el realismo. En general no se ha atrevido. El hábil vendedor de humo izquierdista maneja sin escrúpulos la calumnia de belicismo de la que Romney tenía por encima de todo que precaverse. Como tras el segundo debate, todos contentos, cada uno con el suyo. Los comentaristas republicanos ven necesaria y hábil la contención de Romney. Va bien y de lo que se trataba era de mantener el aura de presidencialidad. Obama necesita más y el éxito formal no es probable que sea suficiente. Su agresividad resulta grosería para los conservadores, pero produce regodeo a sus partidarios. Como siempre, las encuestas dirán, pero dentro de una semana y a sólo otra del sufragio.
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