Acoso sexual

La chica de la bicicleta

La Razón
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En la obsesión por el dichoso orgasmo simultáneo radica con frecuencia la razón del fracaso sexual de muchas parejas. Creo haber contado aquí lo que me dijo en cierta ocasión una mujer madura a la que trataba de ayudar a obtener tanto placer como el que yo sentía en contacto con ella. Al cabo de un buen rato de intentarlo y viendo lo mucho que yo sudaba por culpa de tanto entusiasmo, prendió en su boca un cigarrillo para cada uno y me dijo: «Déjalo, cielo, no te esfuerces más. No puede ser que para provocarme un orgasmo tengas que frotarme tanto como para sacarme brillo». Su sinceridad hizo que a pesar de todo me encontrase cómodo, aunque hay que reconocer que en nuestra relación con las mujeres por lo general los hombres siempre nos sentimos culpables de situaciones de las que no somos en absoluto responsables. «En nuestra respuesta sexual, los hombres y las mujeres somos velocidades distintas», dicen las sexólogas en un intento descarado de sugerirnos que moderemos nuestras prisas sobre la moto para dar tiempo a que nos alcance la chica de la bicicleta. Lo que la sexóloga no hace es explicarnos quién será culpable en el caso de que por esperar por la bicicleta se nos haya quedado sin gasolina la moto. Cada uno conoce sus propias miserias, pero un amigo mío me contó que su mujer sólo entraba en calor media hora después de que él se hubiese ausentado de la cama y que un día descubrió que quien se beneficiaba de la agradable temperatura de la leña que él había echado al fuego era el tipo que repartía con su motocicleta las pizzas por los portales. Mi amigo había hecho lo indecible por ser atento marido y amante fogoso, pero un día decidió romper porque, como dijo él, ser un marido atento y un amante paciente no suponía aceptar ser el fogonero que caldeaba la calefacción para que al chavalote de la pizzería no le cogiese luego el frío al desnudarse en la alcoba de su santa esposa. Yo se lo dejé bien claro hace algún tiempo a una amiga mía que me reprochaba lo que ella consideraba poca paciencia por mi parte: «Verás, cielo, me consta que me esfuerzo y que soy complaciente, pero, ¿sabes?, no es fácil coincidir si yo tengo el orgasmo por el reloj y tú lo tienes por el almanaque». A veces me quedo mirando a una mujer en la barra del bar y aunque ella no diga nada, yo sé que se está preguntando si por casualidad seré uno de esos maravillosos hombres que se suben a la moto vestidos de ciclista.