Feria del Libro
Agua de mayo para el sector del libro
Las librerías se enfrentan a la crisis con el agravante del drástico recorte de compras institucionales. Miran al cielo para que la lluvia permita remontar una caída de ventas hasta el 20 por ciento y que Cultura minimiza al 8.
No hay anticiclón de las Azores que lo remedie. Es una vieja tradición que los libreros más veteranos conocen: cuando arranca la Feria del Libro, llueve en Madrid. Pero la usanza de alzarlos del suelo de la caseta a las estanterías preocupa más este año. «La Feria funciona si acompaña el tiempo», declaraba ayer Fernando Valverde, adjunto a la dirección de la Feria y presidente del Gremio de libreros de España (Cegal). Y el evento del Retiro no es cualquier cosa. Algunas de las librerías que forman el tejido tradicional de distribución pueden facturar un 25 por ciento de sus ingresos estos días.
«Hay preocupación en el sector», dijo Valverde sintetizando un sentimiento unánime este año. La media de la caída de ventas de la pequeña librería en España ha oscilado, según sus datos, entre un 10 y un 20 por ciento de la facturación en los primeros cuatro meses de 2011. «Y es una caída sobre caída, porque en 2009 y 2008 los datos ya fueron peores que el año anterior», recordó. Y contradijo con sus cifras las que aportó el director general del Libro, Rogelio Blanco, mucho más complacientes: «Los recortes no alcanzan los dos dígitos», aseguró. «Los más optimistas hablan de un 4 por ciento y los más pesimistas de un 8 en el primer trimestre», afirmó Blanco. «Lo siento mucho, pero el Ministerio no tiene datos fiables para decir eso. Nosotros sí. Será por mandar un mensaje de que no cunda el pánico», apuntó el portavoz del gremio de libreros.
Al margen de la crisis que acucia a las ventas, el otro gran problema son las compras institucionales y para bibliotecas, que negocian en convenios el Ministerio de Cultura y las comunidades autónomas, a razón de aportaciones al cincuenta por ciento. Las ayudas, según Cultura, han pasado de 129.000 euros a 5 millones en ocho años, pero Blanco reconoció que «es verdad que el Ministerio no ha podido firmar este año convenios con algunas comunidades autónomas que superan el techo de déficit porque no se nos permite, y esas ayudas no se pueden firmar. Lo sentimos, pero ahí está nuestra voluntad», dijo. «Es verdad que la inversión ha aumentado, y también que en 2009 ha habido un frenazo histórico. Y hay librerías para las que esto representa una parte muy importante de sus ventas», recalcó Valverde. «Las compras institucionales han quedado absolutamente laminadas», insistió el portavoz de los libreros.
«También había dudas con Sant Jordi y ha resultado ser un éxito. La Feria del Libro es una garantía», comentó confiado Blanco, que también habló del tiempo: «En verano es cuando más se lee. El buen tiempo ayuda». En todo caso, en el sector las cosas no se ven de la misma manera que desde el Ministerio. A la «caída espectacular» que ha experimentado la inversión institucional se refirió también Ester Madroñero, propietaria de la librería Kirikú y la Bruja, especializada en niños y jóvenes. Gran parte de la facturación de esta empresa «era institucional» y esas compras les ayudaban a «mantener el proyecto». «La Feria del Libro de Madrid es imprescindible para nosotros, que no tenemos dinero para promoción. En el Retiro podemos exponer todo nuestro fondo y entregar unos seis mil marcapáginas. Es una ocasión única», aseguraba.
Casetas con agua
Incluso un gran grupo como Random House-Mondadori declaraba que sus ventas han caído «entre un diez y un quince por ciento, algo que no había pasado hasta ahora», según Marta Cabo, portavoz del grupo en la Feria. Por eso, los libreros remarcan la importancia de que el peor enemigo del papel, el agua (además de la electrónica), no haga acto de presencia. «Si no es ahora, ya no va a ser. El año no se habrá perdido del todo, pero, si la Feria va mal, habrá una bajada importante de nuestros ingresos», reconocía en declaraciones a Efe Pablo Bonet, responsable de la Librería Muga, situada en el barrio de Vallecas, que está «notando de cerca la crisis». Por la tarde, desde el vacío paseo de coches del Retiro convertido en afluente del Manzanares, Pepa Arteaga, de la Librería Miraguano, ilustraba la importancia de estas cifras. Entre un 30 y un 40 por ciento de la facturación anual de una librería podía llegar a proceder de las ventas a bibliotecas, y los ingresos durante la feria ascienden al 25 por ciento, similares a los datos de Sant Jordi, pero durante quince días en vez de uno solo. Según Valverde, tras la tromba de agua de ayer, varias casetas tuvieron que desalojar agua.
La Infanta Cristina, de paseo
Por la mañana, en cambio, el tiempo sí respetó la inauguración institucional presidida por la infanta Elena, que se interesó por una veintena de casetas y pabellones, y recibió obsequios como «Lágrimas en la lluvia» de Rosa Montero, «Bolígrafo de gel verde», de Eloy Moreno, «El ángel perdido», de Javier Sierra, y «El jinete del silencio», de Gonzalo Giner, una novela ambientada en el siglo XVI que tiene como telón de fondo la crianza del caballo de pura raza español. También se llevó «Nacida para reinar. Fabiola, una española en la corte de los belgas», de Fermín J. Urbiola, «Moby Dick», de Melville y «Lagrimas en la lluvia», de Rosa Montero. La anécdota de la jornada se produjo cuando la Infanta se cruzó en el camino, como si se tratase de una transeúnte más, con su hermana Cristina, cargada con algunas bolsas con el anagrama de la Feria, tras realizar algunas compras. Doña Elena recibió una rosa sin espinas y pasó por los pabellones infantiles, repletos de niños y cuentacuentos, alguno de ellos bajo un intenso calor. Siguió visitando casetas y recibiendo regalos: «Quien mató al ayatolá Kanuni», de Naïri Nahapétian, y «Del toro a la bravura», de Juan Pedro Domecq, ambos de Alianza. Cuando la Infanta se subió en el coche oficial, las nubes se fueron oscureciendo, anunciando la tormenta.
El detalle
HOY FIRMAN
- Carlos Rodríguez Braun «Economía de los no economistas y tonterías económicas», caseta 326.
- Rosa Montero «Lágrimas en la lluvia», caseta 242.
- Antonio Gómez Rufo«La abadía de los crímenes», caseta 88.
- Eduardo Mendoza «Riña de gatos», caseta 108.
- Eduard Punset «Excusas para no pensar», caseta 55.
- Francisco Rodríguez Adrados «Nueva historia de la democracia», caseta 122.
- José Luis Alvite «Humo en la recámara», caseta 34.
- Javier Sádaba «El amor y sus formas», caseta 88.
- José María Guelbenzu «El hermano pequeño», caseta 72.
- Juan Gabriel Vásquez «El ruido de las cosas al caer», caseta 97.
- Julia Navarro «Dime quién soy», caseta 215.
- Leopoldo Abadía «¿Qué hace una persona como tú en una crisis como ésta?», caseta 153.
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