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«Si vamos a la misa del Papa iremos a la cárcel»
LEÓN (MÉXICO)– «La verdad os hará libres». Por exigencias del calendario litúrgico, esta frase resonará en la plaza de la Revolución José Martí de La Habana pasado mañana cuando, durante la misa presidida por Benedicto XVI, se proclame el Evangelio de San Juan, correspondiente a ese día. Por una oportuna casualidad, la lectura cotidiana versará sobre la libertad y la esclavitud, dos conceptos que a buen seguro calentarán el corazón de los cubanos. La homilía del Papa constituirá el momento cumbre de la estancia de tres días del Pontífice en la isla, que comienza hoy. Catorce años después del histórico viaje de Juan Pablo II, el hombre que probablemente más contribuyó a la caída del comunismo y que dejó en La Habana una frase para la historia («Que Cuba se abra al mundo y que el mundo se abra a Cuba»), el país vuelve a autoexaminarse con motivo de la visita de un Papa.
En las dos misas que Benedicto XVI presidirá en el país caribeño, la primera hoy en Santiago de Cuba y la segunda en La Habana, se espera una asistencia masiva, pues el régimen ha dado días libres a los trabajadores que participen en las ceremonias. A los disidentes, sin embargo, les ha prohibido que vayan a ver y escuchar al Papa.
«El régimen quiere tener un total control del ambiente en torno a las eucaristías y trata de evitar que se produzca cualquier acto de protesta opositora», denuncia el ex preso político José Daniel Ferrer. «Está por ver si finalmente nos dejarán ir a las misas.
Llevamos 15 días amenazadas por agentes del Gobierno para que no vayamos. Lo vamos a intentar aunque nos cueste ir al calabozo, como ocurrió hace dos semanas», cuenta a LA RAZÓN Berta Soler, líder de las Damas de Blanco. Este grupo de esposas y familiares de presos políticos comenzó en 2003 a reunirse para ir a misa los sábados antes de marchar pacíficamente por La Habana pidiendo un cambio al régimen.
«Que venga el Papa es una bocanada de aire. Estamos deseando escuchar sus palabras de amor, respeto y esperanza. Nos gustaría que pidiese mejoras socioeconómicas y políticas a Raúl Castro y que éste le haga caso», dice esperanzada Soler. Su gran pena en que no está previsto que el Pontífice reciba a las Damas de Blanco. «Se lo pedimos al Vaticano y al arzobispado de La Habana y nos contestaron que Benedicto XVI tenía una agenda demasiado apretada. Nosotras sólo le pedimos un minuto. Somos mujeres creyentes que queremos libertad, pero tratan de impedirnos que vayamos a las misas del Papa y que nos encontremos con él. ¿Si, como dicen, va a entrevistarse con Fidel, por qué no con nosotras?».
Soler cree que la Iglesia puede jugar un papel determinante en el proceso de apertura político de la isla. Orlando Márquez, director de la revista «Palabra Nueva», considera que hay un cierto riesgo en esta esperanza, compartida por muchos cubanos. «Ante la ausencia de otras entidades o partidos independientes, algunos pueden aspirar a que la Iglesia se convierta en el catalizador de cambios radicales, para otros puede convertirse en aliada natural del Gobierno», advierte.
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