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Tita Cervera prepara sus memorias por Jesús Mariñas
El libro supondrá un compendio de vidas ejemplares, al igual que un reconocimiento al estímulo y al saber luchar. Carmen Cervera fue pionera desde que en los años 60 la eligieron Miss España, en Barcelona. Era el remate de una ambición espoleada por su madre, doña Carmen, a la que no deja de añorar como hija bien nacida. Ésta, en la Ciudad Condal, tenía una fama bien ganada y quizá, ahora, su hija encuentre la ocasión para contarlo todo. Sus memorias, seguramente, servirán para el argumento de una buena película, con mayor enjundia que la serie de televisión que cabreó a la baronesa y en la que se recordó un tiempo de su vida en el que ahora trabaja José Antonio Olivares poniéndole letra a sus extenuantes vivencias. Mientras, su hijo Borja y Blanca le amargan la Navidad con su desapego, cada vez más inexplicable, a pesar de que ella no ahorra en intentos de reconciliación, algo que de momento parece imposible.
Así que Tita se consuela echando la vista atrás para recordar todo tipo de peripecias, como ésa que contaba Julio Ayesa cuando en cierta ocasión realizaron un reportaje en una tienda de muebles simulando que era la residencia de ella. Tampoco faltarán sus aventuras sentimentales, leyendas incluidas, y alguna turbulenta amistad como la de Paula Pattier, que le dio más de un dolor de cabeza. Espartaco Santoni la arruinó, la cegó de amor y le prometió cosas que nunca llegó a cumplir. Más tarde llegaría su relación con el barón Thyssen, que venía de cuatro matrimonios fallidos, quien prohijó a un Borja de padre desconocido. Tita tragó, admitió, soportó y resistió con ímpetu de heroína. Y como ocurre en las historias bonitas, alcanzó su premio con un matrimonio y aupamiento social que aún hoy continúa gracias a los museos y colecciones artísticas que posee. Todo esto unido a sus dotes personales, su simpatía y su belleza hacen de ella un personaje de leyenda. Estas memorias podrían ser complementadas con las de Heini, que siguen inconclusas después de haber despedido a José Luis de Vilallonga, que recibía un millón de pesetas mensual por realizar el trabajo. Acabaron como el rosario de la Aurora, una anécdota que estaría bien que rescatara ahora Tita.
Quien también piensa plasmar sus vivencias en un libro es Ana Obregón. Escribe desde Miami, en su residencia playera de Collins Avenue, a un paso de la bulliciosa Ocean Drive, «pero apenas piso el mar, estoy dedicada al trabajo», dice. En vista de que allí nadie le propone una serie de televisión, ha decidido rebuscar en sus recuerdos y quiere presentar sus memorias, editadas por Planeta, el Día del Libro. El otro día la vi en el restaurante José Luis barajando diferentes posibilidades para su título. Está entusiasmada con el proyecto y todavía recuerda su encuentro con Anna Germaine y Jordi González en el programa de Telecinco. Lo suyo podría superar a los cuentos de Calleja o incluso al mismísimo Andersen, porque fantasía no le falta y ella lo sabe.
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