Historia

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La muerte del enjambre por Antonio PÉREZ HENARES

La muerte del enjambre, por Antonio PÉREZ HENARES
La muerte del enjambre, por Antonio PÉREZ HENARESlarazon

Hacía un tiempo que venía observando su declive. El número y la frecuencia de las escuadrillas de abejas ante la rejilla era cada vez menor. Al caer la tarde, el zumbido de la colmena sonaba con decreciente intensidad. Estos días de atrás he comprobado finalmente que el enjambre bajo la cabaña de madera, aposentado desde el mes de mayo en el vano entre la tarima y los cimientos, ha muerto. Ya no hay ni abejas, ni zumbidos, ni afanoso trajinar, ni dentro hay reina, ni obreras ni soldados ni zánganos. Sólo hay un triste silencio mientras el sol acaricia con sus rayos finales lo que fue la puerta de su hogar. Pero es por ello, porque el sol no ha dejado de brillar ni un solo día desde hace ya cinco meses, por lo que han perecido. Lo mismo que han perecido la mayoría de los enjambres en el colmenar próximo de El Enebral, y me cuentan que están muriendo en todos los lugares de la Alcarria.
Desde primavera no ha caído una gota de agua en bastantes lugares de España, sobre todo en las mesetas centrales. El campo y el monte son pura yesca. El polvo acumula centímetros de espesor como amo y señor de los caminos, hasta los duros romeros se han secado, rechasca el suelo entero, no hay una brizna de hierba verde, ni un retoño, ni una miaja de porrina en los rastrojos y todo el mundo vegetal y animal sufre con desesperación la sequía.
Las abejas también. Desde esta primavera no hay flores, no hay para ellas alimento alguno y, agotadas sus reservas, los enjambres se debilitan y mueren. La tierra y todos los seres que sobre ella viven necesitan angustiosamente el agua. La luna de septiembre no la trajo, la de octubre parece que tampoco. Como vuelva a oír a uno de esos de la tele, sonriendo ante un mapa cuajado de soles, congratularse de que sigue haciendo buen tiempo, soy capaz de echarle por la cabeza el enjambre vivo que me quede. Para que las abejas venguen su urbana estupidez.