Elecciones Generales 2016
Frente reconstruido por José María Marco
«Sin futuro». Era la consigna de los punkies de los años sesenta, cuando surgía una generación que proclamaba a voz en grito su desencanto. También ha sido el eslogan de los promotores de la huelga general. La diferencia es que los primeros eran jóvenes y provocadores, y éstos son cuarentones (más bien de 45 años para arriba), varones y con empleos en la industria o en la empresa pública. Bastaría añadir blancos y heterosexuales para dejar bien claro hasta qué punto nuestros sindicalistas de clase viven fuera de la realidad de su tiempo.
En cierto sentido, el eslogan es cierto. Los que han promovido la huelga el 14 de noviembre de 2012 recordarán la fecha porque dentro de muy pocos años estarán en el paro. Y lo más seguro es que no cobrarán el seguro de desempleo que hoy se cobra, ni tendrán derecho a la indemnización hoy vigente. Como no tengan apartado algún ahorro, lo pasarán mal. Lo pasarán mal si sigue gobernando el centro derecha, que está haciendo una política de ajustes con precauciones. Y lo pasarán aún peor si vuelven a gobernar los suyos. O bien los socialistas siguen encaramados en la nube demagógica y zapateril, y entonces el nivel de paro actual nos parecerá algo envidiable, o bien los socialistas habrán adoptado la actitud pragmática que ya adoptaron en los años ochenta, y en tal caso las actuales reformas del centro derecha serán una broma, algo tibio, casi indoloro.
Ahora bien, nada de todo eso importará si la izquierda vuelve al poder. Los promotores de la huelga, y los propios huelguistas, se sacrificarán por la santa causa de la izquierda, porque la izquierda es la única que, en España, puede ocupar el poder. La huelga ha sido un fracaso en cuanto a sus fines inmediatos. Es posible, sin embargo, que no fuera eso lo que los promotores anduvieran buscando. Lo que tal vez querían era volver a formar el gran frente anti Partido Popular que lograron constituir durante la segunda legislatura de Aznar. Desde esta perspectiva, las manifestaciones posteriores y la facilidad con la que los huelguistas y los piquetes han recurrido a la violencia –signo de que se sienten autorizados para hacer lo que les venga en gana– significarían que apenas han tardado un año, desde las últimas elecciones generales, en recomponer el instrumento que a partir de ahora se encargará de hacerle la vida imposible al Gobierno de Mariano Rajoy y al resto de los españoles. No es que el PSOE se haya aliado con los radicales. Es que él mismo los encabeza con la mejor conciencia del mundo. Desde hace un siglo, esta estrategia siempre ha tenido éxito. Y si, como parece, está otra vez en marcha, planteará al Gobierno y al conjunto de los españoles retos muy difíciles.
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