Elecciones generales

Vivir para ver por Gloria Lomana

La Razón
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Podríamos decir que hoy domingo se cierra la semana de resarcimientos de Francisco Camps. En su día, los ciudadanos fueron a votarle por mayoría absoluta porque no creyeron que el ex presidente valenciano se hubiera enfundado trajes de regalo. Pero la cacería contra él se cerraba esta semana en los tribunales, cuando un jurado popular le absolvía de esa imputación de cohecho impropio.

Pero como la realidad siempre supera la ficción, la historia ha tenido un corolario propio de la mejor película. Todo un desquite para Camps porque, mientras él se aleja de los tribunales, los tribunales acechan a Garzón. El implacable hostigador del ex president, el juez Garzón, está sumido en tres causas judiciales, por prevaricación, vulneración de derechos y, desde el viernes, nada menos que por cohecho impropio –increíble pero cierto– el delito que con tanto ahínco él mismo persiguió. La diferencia es que en su caso no es por cuatro trajes sino por unos «generosos» patrocinios y el cobro en especie por valor nada menos que de 1,2 millones de dólares, entregados dice el juez del Supremo que le inculpa, «en atención a su condición de juez». La vida.

Quien persiguió con ardor a Camps por cohecho impropio se tendrá que sentar en el banquillo para dar cuentas de sus propios cohechos. Camps dice entender todo ahora porque «me persiguió –dice el ex president– como si hubiera pensado que todos eran de su condición, gentes como él...». Sea como fuere, Garzón separó la causa de los trajes de la instrucción general de «Gürtel», buscando un delito que otro hubiera dicho «que te hayan sentado bien». Trataba de encontrar los tickets de 13.000 euros, una minucia frente al millón largo de dólares que él tendrá que justificar. A esto se llama «ver la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio». Camps se aleja del banquillo mientras llega Garzón, acusado por el mismo delito, historia lorquiana, el imputador imputado, el acusador acusado como si Garzón estuviera viviendo una maldición gitana. Todos los otrora todopoderosos personajes que acusaron a Camps hoy son leña caída: Zapatero, en el desván de la Historia; Bermejo, en la calle; Rubalcaba, braceando después de perder las elecciones; Blanco, en el Supremo; la implacable cúpula policial, destituida... De aquella fiesta ya no queda nadie. Y Garzón, el brazo armado de la ley, alejado de la carrera judicial y sentado en el banquillo. El Garzón que en otros tiempos aspiró al Premio Nobel de la Paz, el héroe nacional, el justiciero de la izquierda, tendrá que responder de sus propios cohechos. Vivir para ver.