Miami
De la intervención militar en Mali por Alfredo Semprún
El Consejo de Seguridad de Naciones Unidas ha aprobado por unanimidad de sus quince miembros la propuesta francesa de una intervención militar en el norte de Mali. El Consejo ha dado un plazo de 45 días a la Comunidad Económica de los Estados de África del Oeste (CEDEAO para los amigos) a fin de que prepare un plan de operaciones y diga qué medios necesita para llevarlo a cabo. La ONU entiende que deben ser los países africanos quienes lleven el peso de la operación, que será respaldada por la OTAN. Una vez resuelto el primer punto, el Consejo de Seguridad emitirá una nueva resolución para activar la intervención militar. Esta segunda resolución carece de plazo.
Mientras, en la zona dominada por los islamistas, tan extensa como Francia, la dinámica de las cosas sigue su curso. Veamos algunos precios: la dote de las mujeres ha bajado a 1.000 dólares, modesta cantidad para los guerreros del islam que, además, pueden recuperar parte de la inversión con la reventa de la chica, una vez usada. Es un tipo de «matrimonio» por horas, días o semanas que encubre la trata y la prostitución. Por cada niño de entre 14 y 16 años reclutado como combatiente se entrega a su familia una prima de 600 dólares. Dado que muchas familias sobreviven con menos de dos dólares al día, que el niño vista uniforme y aprenda a poner bombas es como si te tocara la lotería de Navidad.
Otros asuntos: según el secretario general adjunto de la ONU para los Derechos Humanos, Ivan Simonovic, que acaba de volver de Mali, la aplicación de la sharía en las zonas norteñas ha entrado ya en la fase aguda. Se elaboran listas de mujeres solteras que hayan quedado embarazadas para castigarlas cuando den a luz. Patrullas de la «moral» acosan a las mujeres para obligarlas a dejar sus empleos. La vestimenta islámica se impone rigurosamente. Los bastonazos en plena calle son un espectáculo común y ya hemos dado cuenta de las primeras lapidaciones y amputaciones de manos y pies. Un tercio de la población, unas 270.000 personas han huido a los países vecinos de Níger, Argelia, Mauritania y Burkina Faso.
Otro sí: salvo Nigeria y Senegal, el resto de los países que integran la CEDEAO (Burkina Faso, Mali, Níger, Cabo Verde, Costa de Marfil, Gambia, Ghana, Guinea, Guinea Bissau, Liberia, Sierra Leona y Togo) no podrían llevar a cabo operaciones militares fuera de sus fronteras que duraran más de una semana. Nigeria, con sus 70.000 soldados profesionales, tiene bastante con luchar contra sus propios fanáticos y contra las guerrillas del delta. El Ejército de Senegal, de lo mejor de la zona, debería ser muy reforzado en medios de transporte y aviación. Los ejércitos de Burkina Faso y Níger, los principales candidatos a intervenir por su condición de vecinos, son inferiores en número, armamento y motivación a las brigadas islamistas. Y lo que queda de las fuerzas armadas de Mali, derrotadas y amotinadas, apenas servirían para misiones de Policía. Montar la intervención, cuestiones políticas aparte, va a costar meses de entrenamiento. No sólo hay que encuadrar los contingentes –que hablan distintos idiomas–, sino dotarlos de vehículos, artillería, comunicaciones, combustible y munición. Y el abastecimiento de boca correspondiente.
Propuesta: los mismos que la liaron en Libia –Francia, Estados Unidos, Gran Bretaña, Italia, España y Qatar– deberían enviar tropas de élite para reconquistar Gao, Kidal y Tombuctú, expulsar al desierto a los islamistas , liberar a sus habitantes y establecer perímetros de seguridad. Y, entonces sí, hablar con la CEDEAO para ver cómo se organiza una fuerza de estabilización a largo plazo. Enfrentados a los occidentales (no parece que Qatar tenga interés en el asunto), los chicos de Ansar Eddine, Al Qaida y el Mujao tienen pocas opciones militares. El norte de Mali no es Afganistán. Allí, la música, el fútbol, el tabaco, las peluquerías, el trabajo femenino y el cine convivían hasta ayer con la práctica del islam.
En Marzo recibió al papa. desde entonces, no se le ha visto en público
Los rumores sobre la salud –mala– de Fidel Castro han vuelto a dispararse. Varios blogueros de Miami, con buenas fuentes en el interior de la isla, dan cuenta de un grave empeoramiento de sus condiciones vitales. Con 86 años, el dictador –afirman– estaría apunto de embarcarse para el último viaje. En La Habana, por supuesto, lo desmienten. Pero no se le ha visto en público desde que recibió al Papa el pasado 28 de marzo y, además, no ha escrito sus «reflexiones» desde el 19 de junio. En la última, Fidel decía lo siguiente: «Respeto todas las religiones aunque no las comparta. Los seres humanos buscan una explicación a su existencia. Desde los más ignorantes hasta los más sabios».
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