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Antonio Ozores «Los tramposos» también van al cielo

Amilibia homenajea al actor, que falleció el pasado día 12, con una hipotética entrevista

Laura Valenzuela y Antonio Ozores, en una escena de «Los tramposos», que dirigió Pedro Lazaga en 1959
Laura Valenzuela y Antonio Ozores, en una escena de «Los tramposos», que dirigió Pedro Lazaga en 1959larazon

No ha sido fácil establecer comunicación, porque aunque les parezca mentira, en el cielo no hay cobertura. Al final, recurrimos a la reconocida médium Leire Pajín, especialista en encuentros planetarios, para hablar con Antonio Ozores a las pocas horas de su llegada al paraíso y mientras no para de recibir felicitaciones e invitaciones a diversas tertulias divinas (allí triunfa «Sálvame» en versión seráfica). Inmediatamente le han ofrecido papeles en las obras que allí continúan estrenando Jardiel, Alfonso Paso, Buero Vallejo, Mihura, Tono, López Rubio, Muñoz Seca, Neville, etcétera, con un éxito que nadie (ni tan siquiera Eduardo Haro Tecglen) duda en calificar de glorioso y que se mantienen una eternidad en cartel.–No lo entiendo (me dice a guisa de saludo el bueno de Antonio Ozores), todos en la Tierra deseándote el descanso eterno, todos con el «descanse en paz» que no se les cae de la boca, y resulta que aquí no se para, esto, hijo mío, es un sin vivir. O sea, que uno trabaja toda la vida para llegar a vago, como yo hice en la Tierra, y cuando por fin se alcanza el cielo y uno se dispone a echar una cabezadita de unos siglos escuchando a Bach en sonido etéreo (no estéreo), resulta que en seguida, casi sin tiempo a aclimatarte, ya te están dando un papel. Fíjate: hasta el arcángel Gabriel me ha llamado tres veces para ver si puedo interpretar una nueva versión de La Anunciación; yo ya le he dicho, para quitármelo de encima, que el problema está en que la Virgen no me va a entender nada, porque ya sabes cómo son mis ininteligibles peroratas, y él me ha dicho que se trata de una nueva versión muy «brechtiana» y que precisamente se trata de eso, de que no se entienda nada.–O sea, que si lo llegas a saber no te mueres...–Tú lo has dicho, hijo mío. Pero después del gran éxito de mi obra «El último que apague la luz», que mi hija Emma sigue representando en el teatro Arlequín, no tenía más remedio que morirme, porque yo no estaba dispuesto a ser el último en apagar nada y veía que tal como se estaban poniendo las cosas ahí abajo, Zapatero iba a recortar también la luz de un momento a otro. En fin, que me fui antes de que decidieran recortarme la existencia.–Me imagino que ahí no hay recortes de nada...–Por ahora, no, no han recortado nada, ni tan siquiera las Bienaventuranzas, que mira que son largas. Hay algún rumor de que María Magdalena se ha vuelto a recortar la falda, pero nada más.–Cuéntame cómo lograste entrar en el cielo, porque no debe ser cosa fácil...–La verdad, y ponlo tal cual, por favor, es que hay más controles en los aeropuertos que aquí. A la espera de la celebración del Juicio Final y siempre que Baltasar Garzón no decida antes investigar los crímenes de la Semana de Pasión y encause a Poncio Pilato, lo cual retrasaría bastante el susodicho Juicio, a la mayoría se le concede la presunción de inocencia.–Pero algo te preguntaría san Pedro, Antonio...–Sí, me preguntó si conocía a san Casillas, el gran portero que obra prodigios, según sus noticias. Es un fan de Casillas. Como no entiendo nada de fútbol, le aconsejé que consultara con san Mamés y luego le solté uno de mis rollos en jeringonza; aguantó hasta el final y me dijo: «Se va a entender usted muy bien con santo Tomás de Aquino, pase, pase». Y pasé. Hombre, yo creo que después de haber hecho 210 obras en los escenarios bien merecía al menos una entrada de paraíso, ¿no?–Y pasaste sin más...–Claro. Le pregunté a san Pedro por el cielo de fumadores y me dijo: «Al fondo a la derecha, donde vea la nube más negra y sienta la ausencia de la Trinidad». Y aquí estoy, recién llegado, viendo cómo Tip gana a los chinos varias rondas de cañas a san Miguel, a Gila contándole la batalla del Ebro al apóstol Santiago y a Chumy Chúmez aconsejando a san Roque una analítica completa para tratar de ver por qué no se le cierran esas llagas.–¿No has visto a José Luis López Vázquez?–Aún está discutiendo con san Expedito una rebaja del denario simbólico que hay que depositar en el cepillo de la entrada. Lo que más me ha gustado es ver que Fernando Fernán Gómez sigue con un cabreo glorioso. Los que sonríen y dicen cosas encantadoras siempre me han parecido unos falsos; a mí me encantan los que se enfadan mucho. En parte, eso es lo que más voy a echar de menos de España, el cabreo generalizado.–Háblame de «Los tramposos», Antonio.–Si no hablaba de política en la Tierra, no voy a empezar a hacerlo ahora en el cielo.–No, me refiero a la película que LA RAZÓN regalará el próximo viernes en homenaje a tu persona...–Qué hermoso detalle, pero dile a tu director que casi prefiero que me manden un jamón de Jabugo. No sé si mejorará el menú al ir ascendiendo a otros cielos, pero la verdad es que en este primer grado se come bastante mal; con eso de que uno es un cuerpo celeste, no te dan más que huesos de santo, yemas de santa Teresa y rosquillas de san Isidro, y ya empiezo a echar de menos un filete san Jacobo. Yo nunca fui un refinado gastrónomo, pero en los últimos años de mi vida me daba por ir al mercado y cocinar. Me pasaba horas haciendo una fabada, por ejemplo, y luego tiraba la fabada. Mi hija Emma se partía de la risa. Así que al final comía lo que más me gustaba: café con leche con galletas. Pero, hijo mío, el tránsito me ha dado un apetito de muerte. Hay que recomponer el dicho y empezar a decir «el vivo al hoyo y el muerto, al bollo».–Antonio, por favor, cuéntame algo de «Los tramposos»...–Yo era uno de los tramposos, con Tony Leblanc, José Luis López Vázquez y toda aquella panda. Aunque, comparados con los políticos y los especuladores financieros, y te lo digo porque ahora puedo verlo desde cierta altura, éramos unos benditos, unas hermanas de la Caridad. –Por cierto, me imagino que ahí estará bien visto el timo de la estampita...–Ni el timo de la estampita ni el tocomocho, aquí son muy rigurosos con esas cosas. Menuda armó san Judas Tadeo cuando se enteró de que La Última Cena estaba sin pagar. Tienen marcados bastante de cerca a los concejales de urbanismo desde que un listo quiso declarar urbanizables las nubes con vistas a Dios. Ah, y menudo cabreo tienen el octavo coro de los espíritus celestes, porque ha recibido una carta de la SGAE solicitando el pago de no sé qué derechos por unas versiones flamenquitas del gregoriano, en plan fusión, que han hecho conjuntamente con Rocío Jurado y la Dúrcal. Bueno, te dejo, que me está llamando otra vez Pedro Lazaga. Parece que quiere hacer otra versión de «Sor Citröen»...