Cataluña
En busca del toreo por Andrés Sánchez Magro
El 16 de septiembre de 2012 ya ha quedado grabado en la memoria de todos los peregrinos del toreo que ayer han visitado Nimes para la celebración «josétomasista». El de Galapagar ha ofrecido una antología de toreo puro, de capacidad ante toros muy diversos y de inteligencia taurómaca sin igual. Tal vez la estadística de las once orejas y un rabo puedan opacar que no ha habido corrida en la Historia que uno haya visto de tanta dimensión, profundidad y comunión con el tendido en su vida. Muchos salían por los aledaños del Coliseo de Nimes que ya no hace falta volver a los toros después de hoy. Y muchos de ellos eran mexicanos, colombianos, una legión de franceses y, sobre todo, aficionados taurinos de las Españas. También de Cataluña. Incluso del País Vasco. Pues hoy la Tauromaquía en mañanas iniciáticas como la nimeña trascienden las regiones, las identidades y las vulgaridades políticas.
José Tomás es un hombre culto, porque su expresión comprometida en el óvalo del anfiteatro francés es la propia de un artista. Torero total que ha emocionado a los militantes del antiguo Arte de Cúchares. Hoy sensibilidad inteligente de los muchos aficionados que no dejaban de frotarse los ojos. Toreo de muchos registros con la capa, quites enciclopédicos, muleta pulsada casi como si no existiera y los seis toros embrujados, sometidos y casi un pretexto para la verdad de un viejo arte. Los catalanes han emigrado a Nimes. Los españoles también. Toda la estructura de un Estado que a veces se derrumba en armonía con los franceses y los vagabundos «josétomasistas». Arte total, corrida que ya queda en alma de los que han tenido la suerte de presenciarla, porque la penúltima encerrona de José Tomas marca un antes y un después de las vidas de los que contemplamos el hecho. Alguno apostaba con que ayer José Tomás se cortaba la coleta de la misma manera que Artur Mas o los ideólogos de Bildu deberían viajar y leer más. Y si no hay que dejarse emocionar por la luz del mediodía de la plaza de toros de Nimes bañando trece mil gargantas que, roncas, gritaban: «Torero, torero».
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