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Kioto en la UCI
Canadá dice adiós al Protocolo. Alegan que asumir el coste de sus emisiones de CO2 les resulta inviable. Sobre todo si no quiere dejar de exportar petróleo no convencional a EE UU por mucho gas que tengan que quemar. Tiene el 68% de reservas que alberga Arabia Saudí y sus recursos de petróleo bituminoso recuperables superan los 800.000 millones, lo que convierte a Canadá en el primer país del mundo con estas reservas.
La decisión de Canadá de dar carpetazo al Protocolo de Kioto no ha pillado del todo por sorpresa. Alegan no poder hacerse cargo de las multas que les vendrían encima por el incumplimiento de la reducción de emisiones. Y es que Canadá, en vez de disminuirlas, las ha incrementado. «Según las últimas cifras oficiales, Canadá, el séptimo emisor mundial, ha pasado de 478 millones de toneladas de CO2 en 1990 a 542 millones en 2009. Es decir, ha aumentado en un 17 por ciento sus emisiones, cuando tenía que reducirlas en un seis. Por lo que tendría ya que pagar el coste de desviarse en un 23 por ciento», explica José María Baldasano, catedrático de Ingeniería Ambiental de la Universidad Politécnica de Cataluña, director del departamento de Ciencias de la Tierra de Barcelona Supercomputing Center (Centro Nacional de Supercomputación) y miembro del Grupo Intergubernamental de expertos sobre el Cambio Climático (IPCC). Basta ver sus emisiones per cápita. Canadá emite el doble de toneladas de CO2 per cápita que España, 16,4 frente a nuestras 7,4, según los datos del Centro de Información de Análisis de CO2.
Unas emisiones que no cesan, y que no pretenden frenar, por no afectar el desarrollo de los yacimientos petrolíferos de Alberta. Unas reservas que Canadá atesora no sólo para su autoconsumo, sino como negocio, al exportar gran parte de él a EE UU. Y eso a pesar de que para producir el petróleo no convencional tienen que quemar gas para poder calentar el agua que permitirá extraer las arenas bituminosas que son más densas. Es decir, tienen que emplear una técnica no convencional que resulta más cara para poder extraerlo, ya que este tipo de hidrocarburo se encuentra en unas condiciones que no permiten el movimiento del fluido por estar atrapado en rocas poco permeables o por tener una viscosidad muy alta.
Pero el volumen es más que interesante. «Canadá alberga 170.000 millones de reservas de petróleo probadas de arenas bituminosas y asfálticas. Cuando Arabia Saudí posee 250.000 millones de petróleo convencional», precisa Mariano Marzo, catedrático de Recursos Energéticos de la Universidad de Barcelona.
Y los recursos estimados recuperables que tiene el país canadiense no son nada despreciables. «Alberga más de 800.000 millones de recursos de petróleo no convencional recuperables, cuando en el mundo se estima que existen 1.900.000 millones», afirma Marzo. «De hecho –prosigue–, es el primer país con este tipo de recursos. Venezuela, que tiene otro tipo de petróleo no convencional, alberga 60.000 millones de recursos y 500.000 millones por recuperar».
Huella ambiental
Otro «pero» es dónde están estos recursos. «Las arenas asfálticas se hallan al norte y noroeste de Alberta en una extensión de 140.000 km2, en su mayoría bosque boreal, por lo que el impacto que esta actividad tiene sobre el paisaje es brutal», añade. Además, el asfáltico no es igual de rentable que el convencional. «Por cada barril de petróleo de energía que obtienen sacan sólo tres barriles, cuando en Oriente Medio producen 20. El coste de extracción también es más caro. Frente a los 10 dólares que cuesta en Oriente Medio la extracción del petróleo, en Canadá la cifra asciende a 60 u 80 dólares». precisa Marzo. Y la huella no acaba ahí. «Necesitan dos o tres bidones de agua por cada barril de petróleo bituminoso que sacan, y entre tres y cinco si es de minería. El rendimiento energético neto es más bajo que el convencional, al tener además que usar gas para calentar el agua. De ahí que por cada barril final que obtienen, Canadá emite 650 kilos de CO2, Arabia Sauidí, en cambio, 550 kilos», dice Marzo.
Pero a pesar de estos datos, Marzo reconoce que «no vamos a poder apañarnos sin petróleo no convencional tal y como va el consumo actual. De hecho, la demanda mundial de recursos petrolíferos entre 2009 y 2010 ha crecido un 3,1 por ciento, a pesar de la crisis, sobre todo por las economías emergentes. Y no parece que vaya a disminuir, ya que mientras la UE tiene de media 650 vehículos de pasajeros por cada 1.000 habitantes y EE UU, 750 (Canadá 563), China usa 20 (y un centenar de todo tipo de vehículos), por lo que el consumo de petróleo no va a bajar y vamos a necesitar el no convencional». Y es que para entender por qué el segundo país más extenso del mundo se ha despedido de Kioto y por qué algunas naciones no quieren firmar el Protocolo hay que ver las reservas de petróleo, carbón y gas que tienen. Si bien, «mientras Brasil ha creado una gran industria gracias al bioetanol, Canadá, un país reacio al desarrollo de renovables, es más favorable a la industria de combustibles fósiles. El Gobierno ha potenciado esta industria con el fin de crear un desarrollo económico alternativo para algunas zonas del país, una decisión electoralista que se sabía, de ahí que no haya sido una gran sorpresa su abandono», afirma Javier García Breva, presidente de la Fundación Renovables.
Pero quizá esta postura pueda provocar un efecto dominó, ya que si un país rico no puede hacerse cargo, cómo lo van a hacer las naciones más pobres. Aunque esta decisión no viene sola. En Durban no se ha conseguido el compromiso real de EE UU y China, algo que quizá haya motivado aún más la decisión de Canadá, ya que sólo han decidido negociar algún tipo de acuerdo vinculante. Si bien para 2020, lo cual es, según muchos expertos, demasiado tarde.
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