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Ingenio y mucho arte
En una noche gélida, la temperatura ambiente en la sede de LA RAZÓN era cálida, gracias al calorcito que procuran los halagos más que justificados, el ingenio de los galardonados –¡Curro Romero, grande!– y la simpatía de la Infanta Elena que se lamentaba de su afonía, producto de los fríos salmantinos, con una sonrisa que le acompañó durante toda la velada y que se hizo más espléndida cuando Alfonso Ussía recordaba su espontaneidad cuando lloró al ver al Príncipe de Asturias portar la bandera de España en Barcelona 92 o cuando celebró el triunfo de la Selección en el Mundial como una española más Ortega y Gasset arriba y abajo. En una larga verónica, Ussía también unió su condición acreditada de aficionada a los toros con la presencia de Curro Romero. Ayer se pudo comprobar que el maestro es un falso tímido, una de esas personas que economizan las palabras, pero nunca la fina y honda ironía, tan honda y pura como la mejor de sus faenas. Curro Romero llegó acompañado de una elegantísima Carmen Tello, de negro y rojo, el diestro Espartaco, poco amigo de las fotografías hasta que María Rosa le dijo «¡no te quedes solo!» y le invitó a posar con ella. También acudió un apuesto Julio Aparicio.
«Se lo merece todo»
Curro Romero sólo se separó de Carmen Tello para sentarse al lado de otros de sus afectos perdurables en el tiempo: su gran amiga, y también admiradora, Cayetana de Alba. «Curro Romero se lo merece todo, es uno de los mejores toreros de la historia», comentó la Duquesa, que con la dignidad y el saber estar que siempre le acompaña hizo una reverencia a la Infanta Elena que le correspondió con un afectuoso beso. Cayetana de Alba le presentó a su esposo, el Duque de Alba, Alfonso Díez. De la conversación de Doña Elena y la Duquesa sólo ellas saben porque hasta un educadísimo Alfonso Díez se apartó para que tuviesen un poco de intimidad para regresar a departir con Curro Romero y Carmen Tello.
Mientras, el empresario teatral Enrique Cornejo, con un chaleco rojo cereza que llamaba la atención y para bien, hacía un aparte con una espléndida Laura Valenzuela. Inseparables, como siempre, se mostraron el actor José Sancho y su esposa, la escritora, periodista y colaboradora de LA RAZÓN, Reyes Monforte. Ambos sonrientes y de la mano, celebraron la intervención de Curro Romero que procuró las carcajadas de más de uno y de veinte. Dos de los que más saludaron su espontánea intervención fueron la Princesa de Orleans y el embajador de Francia Bruno Delaye, al que nunca le abandonó su sonrisa pluscuamperfecta.
Más tímida –intentó, aunque no lo logró hacer un «sprint» para esquivar el «photocall», no siempre se logra lo que se persigue– estuvo la atleta Marta Domínguez, que llegó acompañada, algún metro por detrás, por su esposo. Domínguez hizo quizá el discurso más reflexivo, al igual que otros de los galardonados, el presidente del Gobierno de Murcia, Ramón Luis Valcárcel y el alcalde de Lorca, Francisco Jódar, que fue saludado muy efusivamente por Ana Pastor. La diputada del PP se sometió con la mejor de sus sonrisas al placaje dialéctico que le hizo el colaborador de LA RAZÓN, Jesús Mariñas, que le preguntó una y quince veces también si iba a ser ministra. Proverbial el silencio de Ana Pastor que estuvo mucho más comunicativa con Carmen Tello y Alfonso Díez sentados juntos por afecto y protocolo.
También hicieron piña el presidente del Atlético de Madrid, Enrique Cerezo, y el vicepresidente de la CEOE, Arturo Fernández, que hablaron de fútbol por no hablar de economía, que no era cuestión de agriar la velada.
Entre las más puntuales estuvieron la teniente de Alcalde de Madrid, Ana Botella y la presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, impecables ambas en la combinación de colores y tejidos de sus indumentarias, que salieron a recibir a la Infanta Elena. Un detalle: posiblemente haya pocas mujeres que hagan la reverencia con tanta perfección como facilidad como Esperanza Aguirre y Ana Botella. Da envidia, sana, pero envidia. Me temo que eso no se aprende...
Gestos cómplices
Ni quieren ni pueden disimularlo: los Duques de Alba tienen una gran complicidad, en las distancias cortas y también en las largas. Sentados separados, se miraban de vez en cuando y Alfonso Díez se levantó rápidamente para presentar a Cayetana de Alba a una de las galardonadas, Marta Domínguez. Muy cariñoso con la atleta, le explicó a su esposa los logros deportivos de Domínguez. Fueron unos de los primeros en irse al terminar el acto. Alfonso, siempre pendiente de la Duquesa, le ofrecía presto su brazo para que ella se apoyase.
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