Hollywood
El debut británico más monstruoso
Si les gusta la ciencia-ficción clásica, no se pierdan la ópera prima de Gareth Edwards, una «road-movie» entre calamares gigantes que han conquistado México. Sin bromas: «Monsters» dará que hablar
Un fotógrafo estadounidense tiene que sacar a una niña de papá –y no de cualquier papá, ya que es la hija del dueño del periódico para el que trabaja– de una zona difícil en Centroamérica. Cuando se quedan sin billetes de regreso, comenzará una aventura con peligros, los típicos tira y aflojas entre ambos, la inevitable tensión sexual y alguna que otra confesión. ¿Creen que la han visto? Esperen: en esta «peli» hay también gigantescos bichos del espacio. «Monsters», la más que interesante ópera prima del británico Gareth Edwards (Cornwall, Reino Unido, 1965), sigue la estela de «District 9» y convierte una inmensa porción de México y EE UU en una franja contaminada y precintada por el ejército que separa Norteamérica del continente austral. Allí donde nadie quiere ir, cefalópodos del tamaño de edificios han destruido todo rastro de civilización y llevan años instalados sin que el ejército pueda hacer nada, en lo que antes era territorio dominado por el hombre. Con una madurez inusual para un novato, Edwards entrega una cinta de género con más retrato que efectos especiales que sorprendió en el pasado festival de Sitges.
Fan de Spielberg
Para empezar, esta producción británica, al contrario que el 99,9% de la ciencia-ficción que se estrena hoy en día, presta más atención a la historia de Andrew y Samantha (una pareja con química encarnada por Scoot McNairy y Whitney Able) que a los alienígenas, los sustos o las explosiones. La respuesta de Edwards no tiene desperdicio: «Me encantan las películas de Hollywood, y soy un fan de los taquillazos como cualquier otro espectador. Pero a menudo salgo del cine pensando: sí, los efectos especiales son increíbles, visualmente es asombrosa, pero no me han interesado lo más mínimo los personajes. Yo venía de ese ambiente: solía ganarme la vida diseñando por ordenador para la televisión y acabé tan aburrido que cuando pude hacer mi propia película, supe que tendría algo de espectáculo visual, pero que me concentraría en la gente», cuenta el cineasta. Y explica Edwards sobre sus gustos: «Si tuviera que citar mis cien películas favoritas –y me costaría mucho–, sólo habría cinco de los últimos 20 años. Las demás son de cuando yo era un niño o anteriores. Crecí con el cine de Spielberg y me encanta el sabor de filmes como "Encuentros en la tercera fase"».
Según el cineasta, «todo el mundo se emocionó con el potencial de lo que podías hacer con los ordenadores y aquello se convirtió en una carrera drástica. Comenzó con "Parque jurásico", una gran película con dinosaurios virtuales, y pronto empezamos a ver invasiones alienígenas, el fin del mundo, meteoritos... Hasta que ya no quedó nada. Pero todas tenían éxito y a nadie parecía importarle ya la historia». Y añade: «Son grandes cintas, aunque cuando miremos atrás, dentro de 30 años, y los efectos ya no parezcan tan buenos, nadie se acordará de ellas. Lo que quedará serán las cintas de aire más clásico. Mi meta es tratar de lograr una película que dentro de diez años aún se pueda ver bien».
Como en la mejor ciencia-ficción, Edwards se sirve del género para poner sobre la mesa otras cuestiones, como la inmigración o la guerra. «La fantasía es, o bien una metáfora para hablar de algo más, o, si no lo es, funciona como tal, porque de forma inconsciente sí que aborda otros asuntos».
La guerra de Irak
Edwards lo explica un poco más a fondo: «Al margen de los actores principales, empleamos a muchos no profesionales, y lo primero que me preguntaban sobre sus personajes era: si esta zona está infectada por extraterrestres, ¿por qué vive la gente allí, por qué no se marchan? Yo les contestaba: ¿y qué pasa con los huracanes? Llegan cada año, destruyen ciudades y nadie se muda. Acabábamos teniendo que encontrar una explicación en la realidad que casara con cada aspecto de las criaturas para darle credibilidad. Yo nunca había estado en México, así que no tenía ninguna intención de hacer una película con carga política sobre ese país. Si se puede decir que hay algún mensaje, me gustaría que fuese que en el mundo hay monstruos que matan a gente. Pero, ¿para destruirlos, merece la pena matar a mucha más gente de la que ellos mismos matarían?». Un razonamiento que, inevitablemente –y sin máscaras–, lleva al director al conflicto de Irak: «Sí, está claro, pensé que eso sería un buen paralelismo. Toda la buena ciencia-ficción del pasado, como "La invasión de los ladrones de cuerpos", tenía que ver con el comunismo, y muchas trataban sobre la guerra nuclear. Yo creo que en nuestras vidas, hoy en día, el gran asunto es el terrorismo. Me parecía lógico que esa fuera la gran metáfora. Pero no quería hacerla tan obvia que devorase a la película. Es tan sólo algo que está ahí para quienes quieran reflexionar sobre el filme».
Otra curiosa reflexión la lanza el fotógrafo protagonista cuando mira hacia EE UU desde el exterior de un muro de contención levantado para evitar que las criaturas conquisten su país: «América se ve de forma diferente desde fuera», dice el personaje. Según confiesa el director, son palabras casi fortuitas: «En realidad, fue una forma de situar al espectador. Parte de los diálogos eran improvisados, y en ese momento, con los dos protagonistas en lo alto de aquel templo mirando al muro no sabíamos cómo hacer para que el público supiera que estaban a las puertas de EE UU sin decir algo tan obvio como "ya está, hemos llegado". Le pregunté a Scoot: ¿qué diría el personaje? Se le ocurrió eso y me pareció bien. De hecho, he recibido algunas críticas por esa frase, ya que la gente se cree que, como extranjero, me estoy metiendo con América, cuando en realidad no fue así».
Y, por fin, la gran pregunta (al menos para el sector más «friki»): ¿por qué calamares gigantes? Todo tiene su lógica. «Creo que si los extraterrestres llegaran a la Tierra, no serían malvados, seguramente tendrían una gran inteligencia y no destrozarían ciudades ni nada así... Pero necesitaba todo eso para el filme. Así que decidí que estuvieran aquí casi por accidente y que fueran más como animales. Si te basas en la ciencia, las mayores probabilidades de vida alienígena en el sistema solar se dan en una luna de Júpiter llamada Europa. Su superficie es toda de hielo, pero está resquebrajada y moviéndose, así que sabemos que dentro hay un océano líquido con un núcleo volcánico. Así que las condiciones en Europa son muy similares a las que se dieron en la Tierra. La NASA planea echar un vistazo allí y quieren traer muestras. Eso podría ser el comienzo de esta película: para mí los extraterrestres han llegado del fondo de ese océano». Y sigue con entusiasmo: «Me compré libros sobre sepias, pulpos y calamares gigantes... Además, pensé en la península del Yucatán: en la Tierra hubo, de hecho, monstruos una vez, hace millones de años: eran los dinosaurios y fueron destruidos por un meteorito. Así que me apreció que este argumento lo nivelaba un poco. Por último, me apetecía que tuvieran el aspecto de monstruos de películas de serie B de los años 50».
El detalle
¿EL OTRO «DISTRICT 9»?
Al ver «Monsters» es inevitable acordarse de la sorpresa surafricana de 2009 «District 9». Aunque son muchas las diferencias entre las cinta de Edwards y la de Neill Blomkamp, ambas comparten el tema (alienígenas), el planteamiento (los «bichos» ya están aquí y los humanos tienen que «convivir» con ellos) y cierto respeto por el argumento frente a la tiranía del cine palomitero. «Me puso algo nervioso cuando salió, porque acabábamos de terminar el montaje y al comienzo podía parecer como que eran películas similares –reconoce el cineasta británico–. Pensé: oh no, ya verás... Pero una vez que la película comienza, está claro que no tienen nada que ver». De hecho, Edwards cita otra fuente de inspiración: «Me encanta "La amenaza de Andrómeda". De forma consciente o inconsciente, sin duda ha sido una influencia: la habré visto cincuenta veces».