España

El triunfo de todos por Alberto Ruiz-Gallardón

La Razón
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A menudo el éxito colectivo precisa de un nombre particular en el que encarnarse, no sólo para hacerse más nítido, sino también como necesario reconocimiento del liderazgo que lo ha hecho posible. La amplia mayoría obtenida por el Partido Popular constituye un logro compartido –no sólo de esta formación, sino del propio sistema de alternancia democrática por el que nos regimos y, sobre todo, de nuestro país en su hora más crítica–, y por eso se identifica con el que, en justicia, es su principal artífice, quien, además de acertar en el mensaje, el tono y los tiempos, ha sabido expresar lo más importante: el fondo de lo que los españoles esperan y desean. Éste es, por tanto, el momento adecuado para reconocer que, sin el sentido de la constancia, la mesura y el rigor de Mariano Rajoy, el Partido Popular hubiera tenido muchísimas más dificultades para alcanzar el que ya es su mejor resultado desde 1977, cristalizado en torno a la capacidad de su presidente nacional para sintonizar con el conjunto de la ciudadanía.

Desde un férreo sentido de la independencia, que le ha mantenido a resguardo de pasadas presiones e incomprensiones, Rajoy ha demostrado sentirse y situarse cerca de la sociedad, a la que ha querido ahorrar el alto precio –tan costosamente pagado por los españoles estos años– de la radicalización ideológica, de las líneas de fractura artificialmente estimuladas, convocándola, por el contrario, a una gran empresa de reconstrucción nacional abierta a todos.

Así, los contundentes resultados del 20 de noviembre representan la confirmación de que el modelo de partido y de proyecto diseñado por Rajoy está en consonancia con el apego natural que la sociedad española ha solido demostrar en el largo plazo por las soluciones pragmáticas, particularmente urgentes en momentos como éste. Por lo demás, el cuerpo electoral se ha comportado como lo que es: el sujeto activo de una sociedad abierta que, siguiendo la definición que de éstas hacía Ralf Dahrendorf, se define por la movilidad –que también incluye la de los estados de opinión del electorado– y que en consecuencia recompensa al que en cada momento aparece como el más capacitado, evidenciando ese trasvase de apoyos en la franja del centro. La distancia que hoy separa al Partido Popular del Partido Socialista, cercana a los cuatro millones de votos, constituye la mayor prueba de esta sana ductilidad, que es la que permite la regeneración del propio sistema –cuya estabilidad exige también una reflexión en el seno del que ahora es primer partido de la oposición– y la que hoy abre un espacio a la esperanza en medio de la dura situación que atraviesa España.

La victoria del Partido Popular quiere ser un triunfo de todos, del conjunto de la sociedad española, que es la que, al igual que el próximo Gobierno, está emplazada a superar los problemas. La intervención de Mariano Rajoy la noche electoral fue la de un hombre de Estado consciente de los retos y las capacidades que afrontamos todos juntos, y resultó bien significativa a este respecto. Porque nunca un programa de reformas como el que España requiere con inmediatez recibió un respaldo ciudadano tan claro en las urnas y, asimismo, nunca fue igual de necesario impulsarlo y articularlo mediante una invitación tan expresa a la sociedad como la que el Partido Popular ha formulado. En su alocución del domingo, Rajoy vino a decir lo mismo que con aquellas otras palabras defendía Adolfo Suárez: «No hay más política que la del esfuerzo común».

 

Alberto Ruiz-Gallardón
Alcalde de Madrid