Colombia
Doris Salcedo abre brecha
La artista colombiana se convierte en la primera mujer que gana el Premio Velázquez, dotado con 125.000 euros
Doris Salcedo madrugó ayer. Quizá decidió poner tierra de por medio y coger fuerzas fuera de casa para contestar a los medios. Poco antes de comer (hora colombiana), la artista respondía relajada al otro lado del teléfono. Nos decía que le había dado la noticia la ministra de Cultura y que apenas podía creérselo: «Lo recibo con total felicidad y me parece un reconocimiento importante porque mis temas son duros y difíciles». Así lo subrayó el jurado, que definió su obra como marcada por el contenido «político y social». Y le añadió un adjetivo: «Polémica». «Me parece un piropo, lo mejor que pueden decir», responde esta artista colombiana nacida en 1958 y que ha recorrido los más importantes escenarios del mundo con una obra que se abre como un inmenso interrogante. «Yo trabajo con víctimas de la violencia política y social, con gente anónima a la que doy voz a través de mis trabajos. Intento plasmar la fragilidad del ser humano. Vivo en una ciudad donde suceden muchas cosas, lo que no deja de ser un privilegio perverso, aunque no creo que tengamos la patente de la violencia», señala. Entre el blanco y el negroAdemás del nombre de Doris Salcedo, Colombia trae a la memoria otro en las antípodas de su trabajo, el de Fernando Botero. ¿Y entre ambos quién hay? «Una generación que está entre los 30 y 40 años que tiene mucho que decir con sus obras. No todo es blanco y negro en Colombia. Bien es verdad que las noticias que aparecen en los medios son negativas, terribles, pero es una parte. El arte que hacen compensa y hace frente a la barbarie», asegura, y declara tajantemente que jamás se ha sentido amenazada. Mentar a Doris Salcedo es traer a la retina una montaña de sillas empotradas en un callejón taponándolo, o imaginar la grieta enorme que abrió en el suelo de la sala de Turbinas de la Tate Britain londinense y que tanta polémica levantó. Ella no lo ve así, y explica que aquel inmenso resquebrajamiento «ejemplificaba ese espacio negativo que ocupan los seres del tercer mundo, al que yo pertenezco. Cuando llegué a un lugar que era uno de los grandes centros de creación me surgieron preguntas sobre la relación entre el tecer mundo y el primero. Creo que aportamos bastante». Conoce el arte español («Admiro a Muntadas», confiesa, el Velázquez de 2009) y recuerda aquella celebrada exposición que ocupó el Reina Sofía en la etapa de José Guirao, «Cocido y crudo», que le dejó un hueco para mostrar su obra.
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