Los Ángeles

Aquellas casposas mascotas

Pese a su aparente modernidad, las mascotas comerciales vienen de lejos. La primera fue el Bibendum, el gordito de los neumáticos Michelin. Surgió en 1898 de la mano del dibujante O'Galop y su nombre es un cruce entre «nunc est bibendum» (Y ahora bebamos) y su eslogan: «Los neumáticos Michelin se beben los obstáculos».

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En España, a este emblema de la velocidad se le conoce como Michelin, y sus formas abundantes han dado nombre a las lorzas cárnicas. Michelin fue la primera firma que regaló discos flexibles, con unos cha-cha-chás perfectos para bailar en los guateques.
Hoy, una mascota resulta imprescindible para vender un producto a niños y jóvenes, pero hasta la popularización de las mascotas olímpicas, en los años 80, multitud de marcas comerciales habían seguido el ejemplo de Michelin, creando sus propias emblemas de marca: el mayordomo de Netol, la ovejita de Norit, el toro de Osborne, y en los años 60, José Luis Moro diseñó docenas de ellas: el tubo Profidén, la gallina de Avecrem, la muñequita de Ese, don Pedrito para Fundador, La Familia Telerín y la Ruperta para TVE. El perro salchicha Waldi fue la primera mascota olímpica creada para los JJ OO de Munich 72. Desde entonces, los animales antropomórficos han sido los más utilizados, como el osito Misha, para Moscú 80, creada por el dibujante de Víctor Chizikov, una de las más simpáticas y recordadas. Su comercialización fue un éxito y tuvo serie televisiva propia, imponiéndose al boicot de Estados Unidos a la URSS por la invasión de Afganistán.
Sam, el Águila calva de Los Ángeles, diseñada por el equipo de la Disney, y Hodori, el tigre de Seúl 88, pasaron desapercibidas, no como Cobi, creado para Barcelona 92 por Mariscal, que levantó una polvareda de opiniones enfrentadas y agria polémica desde el momento de su presentación. Para unos era vanguardista, casi cubista, y para los demás, infantil. La evolución posterior de Cobi y su aceptación se debió a la creación de un merchandising pop más acorde con el mundo colorista de Mariscal. Los ecos de la polémica venían de la presentación del Naranjito, la mascota del Mundial de Fútbol de España 82, diseñada por Salto y Martín Pacheco. El Naranjito nació con polémica. Fue tachado por los inquisidores del diseño y la Prensa progre de espantajo, adefesio, mierda, enano franquista –lucía algo políticamente incorrecto como los colores nacionales–, y forúnculo. Rosa Montero lo describió como «futbolista climatérico vestido de obispo del Palmar de Troya» (sic). Y pese a ello, Naranjito se ha convertido en un icono esencial del diseño friqui, un fenómeno paranormal. Nadie pone en duda su aire naif, infantil –como Cobi–, o su parecido con la Ruperta, pero treinta años después, ha crecido su aprecio hasta considerarse como uno de los más impactantes y locos iconos del pop español. Y queda Curro, la mascota de la Exposición Universal de Sevilla, diseñada por Heinz Edelmann, director artístico de «El Submarino amarillo» de los Beatles. Un elegante y simpático pájaro con una cresta y un pico multicolor que recuerda el psicodélico arcoiris de la bandera gay.