Disturbios

Veinte días y muchos problemas

Hoy se cumplen veinte días de la acampada en Sol. Tras la manifestación organizada por la plataforma Democracia Real Ya el pasado 15 de mayo, decenas de asistentes decidieron, a título personal, asentarse en la emblemática plaza madrileña para continuar con su protesta.

Veinte días y muchos problemas
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Fue en la madrugada del 17 de mayo cuando agentes de la Policía Nacional y Municipal entraron en el campamento y desalojaron a los 250 «indignados» que estaban allí durmiendo. Los hechos se saldaron con un policía herido y un detenido. Este desalojo no hizo más que provocar un «efecto llamada» y esa misma tarde a las ocho, cientos de personas volvieron a concentrarse en Sol y acordaron establecerse allí. Había comenzado el movimiento 15-M. Un movimiento que al principio contó con el apoyo de comerciantes y vecinos, que les llevaban agua, comida, mantas y colchones. Sorprendía la organización que había entre ellos, que enseguida se agruparon en distintas comisiones y comenzaron a levantar el campamento. Insistían en que no se bebiera alcohol para que la plaza no se convirtiera en un macrobotellón. Todas las tardes a partir de las ocho la Puerta del Sol se llenaba y el ambiente era de unidad.

Pero con el paso de los días, el campamento ha ido degenerando. Los que llevaban allí desde el primer día empezaron a pedir relevos porque estaban agotados. La sucesiva creación de comisiones derivó en una descoordinación total y las diferencias empezaron a surgir entre ellos. Además, el hecho de que repartieran comida gratis atrajo a muchas personas ajenas al movimiento que aprovecharon para instalarse allí, lo que llevó la inseguridad al campamento. Uno de los puntos más criticados es la falta de higiene. Los propios «indignados» han reconocido que tienen que recurrir al zotal para limpiar el espacio en el que se asientan. La insalubridad, con animales que campan por la plaza, y la peligrosidad del espacio que ocupan por los cables y los generadores que necesitan los acampados, convierte a Sol en un recinto de alto voltaje en lugar de ser la céntrica plaza que recibe a quienes llegan a Madrid. Por el momento, las quejas de vecinos y comerciantes han caído en saco roto y ni la Delegación de Gobierno ni el Ministerio del Interior han respondido a las llamadas de auxilio de empresarios y responsables hoteleros.

Inseguridad y suciedad
Sol se ha convertido en un pasadizo intransitable. El campamento está lleno de recovecos oscuros donde algunos han aprovechado para traficar con drogas y robar material de las instalaciones. Esto ha provocado fuertes peleas, alguna de ellas con navajas de por medio.Los altercados son cada vez más habituales y las feministas han llegado a denunciar acoso sexual. Los servicios de limpieza municipal sólo han podido trabajar una vez por la zona y la suciedad se ha ido apoderando del campamento. Como consecuencia se ha detectado una plaga de chinches y pulgas.

Alto voltaje, mala imagen y pérdidas económicas
Los «indignados» tienen instalado todo un sistema técnico e informático con el que pueden cocinar y comunicarse. Utilizan generadores que funcionan con gasolina y los cables recorren todo el campamento con el riesgo de mojarse con la lluvia o de que alguien sufra una descarga. Las concentraciones que se organizan en la plaza impiden el tránsito normal de personas y dificultan el tráfico de vehículos, por lo que las tiendas, a partir de las siete de la tarde, no tienen clientes. Los negocios de la zona se han quejado de que han perdido entre un 60 y un 80% de facturación durante estas semanas. Además, avisan de que si el asentamiento continúa no se podrán firmar los 1.500 contratos de verano que se habían planeado.