París
Beauvoir una mujer contra todos
La biografía de Danièle Sallenave destaca la radicalidad del pensamiento de la autora francesa
No se nace mujer, se llega a serlo». Pocas consignas del feminismo moderno han hecho tanta fortuna en la historia contemporánea como la acuñada por Simone de Beauvoir (París, 1908-1986) en su clásico «El segundo sexo». En ese momento, año 1949, es preciso recordarlo, las mujeres en Francia sólo votaban desde hacía años gracias a un «derecho» decretado por De Gaulle y tendrían que esperar a 1965 para ser titulares de una cuenta bancaria a su nombre. No es casualidad que el libro ofendiera la sensibilidad masculina. «Tras leer "El segundo sexo"lo sé todo sobre la vagina de la autora. Es asqueroso», afirmó François Mauriac. Camus, quien tendrá siempre sus más y sus menos con la autora, se limitó a afirmar que era «un insulto al macho latino».
La «situación»La penetrante reconstrucción biográfica de Sallenave, aunque centrada en sus jugosas «Memorias», tiene la virtud de atender a todas las facetas objetivas de un personaje crucial dentro de la historia del siglo XX, una figura que, antes de devenir icono de la época, combinó, como Jean Paul Sartre, la literatura, el ensayo y la militancia política. Esta última necesitaría tiempo para madurar. «Lamento que haya sido necesaria la guerra para hacerme comprender que vivía en el mundo y no fuera de él», escribe en 1985, aludiendo a la «situación» de la ocupación alemana. Como no podía ser de otro modo, la obra también analiza, pero sin el ensañamiento morboso de otras aproximaciones, las vicisitudes de la pareja de intelectuales más famosa del siglo, sus amoríos «necesarios» o «contingentes», sus vaivenes emocionales. De Beauvoir, bautizada por su René Maheu como «el Castor» por su espíritu perspicaz y perseverante, fue llamada por Sartre en un primer momento de su relación «la Valkiria». Por poco tiempo. El primer apelativo fue adoptado por el autor de «El ser y la nada», y así la siguió llamando hasta que su muerte los separó tras 51 años de relación. Como declaró De Beauvoir en «Memorias de una joven formal» (1958), «Sartre correspondía al deseo que formulé cuando tenía 15 años: era el doble en el que reencontraba, llevadas a la incandescencia, todas mis manías. Con él siempre podría compartirlo todo. Cuando nos separamos a principios de agosto sabía que nunca más iba a salir de mi vida». El libro de Sallenave tiene el mérito de presentarnos a De Beauvoir sin la sombra de su amor «necesario». Aunque su existencialismo, como el sartreano, combina el legado humanista ilustrado con la tesis de que «la existencia humana precede a su esencia», no pueden dejar de apreciarse matices originales. Su diferente insistencia en la responsabilidad de la «situación» llamará la atención sobre la aceptación voluntaria de la autonomía, una opción que muchas veces es eludida por debilidad, cobardía o simple «mala fe». No es casualidad que Sallenave subraye este hecho. El combate feminista de De Beauvoir no puede deslindarse de un horizonte ilustrado y universalista en el que la emancipación femenina no sólo ha de enfrentarse al machismo, sino al propio resentimiento de la mujer frente a los valores masculinos.
Amo y esclavoSe ha dicho que el valor revolucionario de la obra beauvoiriana radica en haber demostrado que la masculinidad no estaba reservada a los hombres, sino que constituía un signo cultural y social accesible a las mujeres. Debe entenderse esta innovación a la luz del problema del «reconocimiento» planteado por Hegel en el pasaje de la lucha entre el amo y el esclavo. Si en «El segundo sexo», Beauvoir define a la mujer como «lo otro» es porque el amo (el hombre) se ha impuesto como tal al ser capaz de arriesgar su vida en el combate mientras que el esclavo (la mujer) se ha dejado someter para conservarla. Extrapolando este conflicto a la lucha de sexos, De Beauvoir argumenta que el varón ha trascendido el ámbito de la naturaleza, poniendo en juego su vida, creando artefactos y civilización, mientras que la fisiología femenina, sobre todo la maternidad, ha mantenido a las mujeres en el ámbito de la inmanencia, tradicionalmente anclado en el trabajo de la conservación y transmisión de la vida. Era hora, pues, de que la mujer saliera de la cárcel de lo doméstico y fuera reconocida por el hombre como un igual. De Beauvoir no dudó en cuestionar la «mala fe» de la mujer,que «confinada en la inmanencia, trata de retener también al hombre en esa prisión […]. La madre, la esposa, la amante, son otras tantas carceleras; la sociedad codificada por los hombres decreta que la mujer es inferior: y ella sólo puede abolir esa inferioridad destruyendo la superioridad viril».
Miopía políticaPero «no han sido ni una esencia inmutable ni una elección culpable las que la han condenado a la inmanencia, a la inferioridad. Le han sido impuestas». Aunque Sallenave destaca el compromiso de De Beauvoir en un contexto actual amenazado por la indiferencia, no evita hacer referencia a la miopía política de la pareja respecto al desfase entre la realidad soviética y sus expectativas revolucionarias. Tampoco ahorra críticas al excesivo tono dogmático de su papel como «intelectuales universales» o «déspotas ilustrados». A semejanza de Sartre, De Beauvoir se convirtió paulatinamente, muchas veces a pesar suyo y de su inteligencia, en una militante poseedora de la verdad que no parecía nunca dudar de nada. «Al releer la obra de Simone de Beauvoir, uno duda de si alegrarse de que su intransigencia y su pasión por el Absoluto hayan dado paso a un relativismo desesperado que deja sin respuesta las grandes cuestiones a las que ella se atrevió a enfrentarse […]».
Una pareja mítica Nació en 1908 y murió en 1986. Cultivó todos los géneros, desde la novela hasta el ensayo y la biografía, y quedó para la posteridad como uno de los rostros inmortales de la intelectualidad francesa de toda una época. Simon de Beauvoir, aparte de su relación con el existencialismo, está identificada con el impulso y el afianzamiento del feminismo en Europa. Sobre todo a través de un título como «El segundo sexo», considerado ensencial, aunque abordó muchos más campos a lo largo de su vida, como fue la literatura. En la memoria colectiva, la mayoría pueden recordarla por la relación que mantuvo con el filósofo Jean Paul Sartre, con quien fomó una pareja mítica y polémica. Los dos están enterrados juntos en un cementerio de París.
Título: «Simone de Beauvoir» Autor: Danièle Sallenave. Editorial: Galaxia Gutenberg. Precio: 30 euros.
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