Francia
Cristina Forner: «El vino no nace de la nada está vivo»
–¿El vino se lleva en la sangre?
–Sí, somos cuatro generaciones de familias que han vivido por el vino. Y hay unos principios: sacrificio, fidelidad, esfuerzo...
–El resultado es Marqués de Cáceres con voluntad de abrirse al mundo...
–Tenemos vocación exportadora desde 1970, estamos en 120 países del mundo.
–Trabaja con vino, ¿el momento más memorable?
–Es difícil, hay mucho trabajo en los viñedos que sale bien o no. Sale muy bien cuando presentas una botella de cuatro años. Es un lujo, quieres que crezca por sí misma y el resultado es un vino como éste. Se vende solo.
–Su biografía, nacida en el valle del Loira, París y el vino siempre...
–A mí me dieron el puesto en 2007. Tenía vocación, devoción, como dijo uno de mis antepasados: «El vino es nuestra razón de ser» y seguí ese principio, de París me trasladé a Logroño. Eso es una declaración de principios: cómo me identifico con el vino y cómo lo vivo de lleno.
–El enoturismo, ¿susto o truco?
–Nada de eso. Es signo de civilización poner al vino con su valor añadido: su contexto cultural.
–Disculpe, para ser un país vinicola no nos vendemos bien...
–Tiene razón. Los franceses saben posicionar sus vinos donde merecen. Nosotros ahí estamos, pero nos ganan. Tenemos vinos estupendos a los que hay que posicionar, todo es industria, cuidar los detalles, transmitir la calidad...
–¿Nuestra asignatura pendiente?
–No nos sabemos vender bien.
–¿Y eso?
–El vino es un valor complementario del arte de vivir. Un buen vino, y en España hay muchos, es armonía, buena estructura...
–En el 40 aniversario de la bodega ha elegido a Paco Rabanne, Premio de la Moda, ¿conexión franco española?
–Por supuesto, mi familia emigró a Francia como la suya y le propusimos crear una etiqueta para el Cuvée Especial Reserva 2005.
–El enoturismo es una oportunidad, ¿la estamos malgastando?
–Creo que no, porque se sitúa al vino en su contexto cultural, en zona de crecimiento y las personas que lo habitaron. Es un plus. El vino no nace de la nada y convienen estas rutas para crear una cultura del vino, con su historia, sus gentes... ¡El vino está vivo!
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