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La Razón
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Ayer nos ofreció una tarde magnífica con el anuncio por parte de ETA de abandonar la actividad terrorista. A pesar de que la noticia hay que recibirla con cautela porque algunos aspectos del comunicado podían ser más claros, no puedo eludir el extraordinario significado de la ausencia del asesinato, el secuestro y la extorsión.
Es verdad que la escenificación -¿por qué no se quitaron las capuchas?- y pretensiones como la de abrir una negociación con España y Francia, constituyen cuestiones imposibles en los referidos Estados democráticos. ¿Qué tienen que negociar?. ¿Qué sucederá si España o Francia no se avienen a negociar o si no quieren ninguno de los dos?.
Me hubiera gustado más que ETA, dentro de ese cambio en el lenguaje -más moderado que en otros comunicados- hubiera apostado por la disolución, la entrega de las armas y la puesta a disposición de la Justicia. ¿Por qué no lo ha hecho y se ha quedado a medio camino?. La experiencia, desgraciadamente, nos invita a ser precavidos.
Dicho todo esto, alegrémonos de que cientos o miles de personas puedan deambular sin miedo por la calle y esperemos, que puedan expresarse y manifestarse con libertad. Deseo fervientemente que hayamos emprendido el camino definitivo hacia la desaparición total del terrorismo. Veremos. Así es la vida.