Murcia
Aparentar por Oché Cortés
Si hay una característica del ser humano desde que el mundo es mundo es la apariencia. Somos como el tres en uno: lo que somos en realidad, lo que los demás ven de nosotros y los esfuerzos que hacemos durante años para que vean lo que queremos. Esto último es apariencia, un antifaz que nos colocamos desde la guardería, con el fin de ir añadiendo sedimentos al caparazón de la entraña. Y tanto llegamos a aparentar, que más temprano que tarde nos sobreviene ese momento en que ignoramos quienes somos en realidad o algo peor, quienes fuimos alguna vez. Para aparentar sólo hay que insertarse en la manada, comer lo de la mayoría, acostarse con la mayoría y asimilarse a su gusto. Y después, cuando podemos desabrocharnos el nudo de la corbata del corazón, tiramos el tiempo despotricando como verduleras delante de una cerveza. Ahí si que nos comemos el mundo y arriesgamos comentarios que nunca nos atreveríamos a decir en otro sitio que no fuera el bar, porque estamos tan acostumbrados a cantar en falsete, que nos cuesta recordar si alguna vez tuvimos ideas propias. La apariencia es una infección que invade nuestra personalidad tan rápidamente, que nos convierte en una pieza vulgar del puzzle ramplón de la sociedad. Vaya una panda, tan acostumbrados a pensar con el cerebro de otros, que cada día nos pesa menos la cabeza. No hay ni una idea con aire de revolución interior, porque como hay que mirarse al espejo del alma, mejor escondemos la cabeza, que es más cómodo. Sólo mostrándonos sencillos y vulnerables, podremos parar la bala que mata, la enfermedad que asola, la depresión que hunde en el fondo del pozo y enterrar de una vez a todos esos que quieren hacernos creer que la llave del triunfo está en el amor al dinero y la apariencia. Que haya alivio y sálvese el que pueda.
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