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Medio siglo para recordar la doble catástrofe de la riada del Tamarguillo

Una exposición muestra en la capital hispalense fotografías y testimonios directos de la época

Niños sevillanos juegan sobre una de las zonas inundadas
Niños sevillanos juegan sobre una de las zonas inundadaslarazon

SEVILLA- Bobby Deglané se había convertido en la voz del deporte de la postguerra al calor de la imaginación desbordada que la radio logró construir en los años cuarenta y cincuenta del pasado siglo. Los goles se marcaban antes en la mente de los radioyentes y los ciclistas subían las cuestas mientras los niños de entonces apretaban los puños a cada pedalada de sus ídolos. En aquella España en la que estaban aún recientes las mañanas de espera para recoger la «leche americana» y en la que el frío se afrontaba con cisco y picón, Sevilla encaraba los años sesenta con una importante población que vivía en infraviviendas. Un cinturón de miseria se había instalado más allá de la denominada Ronda Histórica desde el final de la Guerra Civil y sería la principal víctima de la riada del Tamarguillo ese 25 de noviembre de 1961. Aquella tarde en la que se rompió el muro de defensa del afluente del Guadalquivir salió a la luz la situación en la que estaban muchos sevillanos tras la inundación de más de quinientas hectáreas de la ciudad bajo cuatro millones de litros de agua y lodo.

Más de 125.000 sevillanos se quedaron sin nada en pocas horas bajo una ciudad arrasada. En la Alameda de Hércules las aguas llegaron a superar los 1,80 metros de altura. En ese contexto, la voz deportiva se convirtió en el referente de un plan que tenía por objetivo abastecer a Sevilla lo antes posible. Bobby Deglané junto al periodista Manuel Zuasti organizan la denominada «Operación Clavel», con la que el pueblo español trataba de paliar las carencias de los damnificados. Todas las noches, Deglané, chileno de nacimiento pero de madre trianera y que desde mediados de los años cincuenta era hermano de la Esperanza de Triana, realizaba un programa especial radiofónico en el que se recibían las donaciones, que llegarían casi un mes después en 142 camiones, 150 turismos y 82 motocicletas desde Madrid. Con ellos, algunos de los principales artistas del momento como Vicente Parra, Antonio «El Bailarín» o Mary Sampere, que junto con personalidades como la Duquesa de Alba, movilizaron la sensibilidad de los españoles.

La «Operación Clavel» estaba siendo un éxito. Desde que el 18 de diciembre saliera de la Plaza de Legazpi se le fueron uniendo voluntarios a una singular comitiva que abría una imagen de la Inmaculada y en la que llegaban a Sevilla cinco camiones de juguetes, 175.000 kilos de patatas, 180.000 docenas de huevos, 1.630 kilos de turrones y golosinas, 10.000 kilos de sardinas y guisantes, 7.500 cajetillas de tabaco, 10.000 kilos de jabón y detergente, 11.000 kilos de lentejas, 5.000 kilos de alubias y tres camiones de vino.

Junto a ellos, una avioneta realizaba fotografías de la comitiva tras unírseles en el aeródromo de Cuatro Vientos. La misma aeronave que causaría la segunda tragedia de esta historia. Una multitud de sevillanos esperaba a la caravana en la entonces denominada autopista de San Pablo, actual avenida Kansas City, mientras la avioneta, en un vuelo rasante para fotografiar a los asistentes, se enganchaba en unos cables de alta tensión estrellándose sobre la multitud allí congregada. Murieron 20 personas y más de 100 resultaron heridas de diversa gravedad. Los actos festivos se suspendieron aunque no los de reparto de mercancías. Los restos de la avioneta quedaron junto a un cartel que ponía «Éste es el Tamarguillo chiquito... pero matón».
Una exposición en el monasterio de Santa Clara se inaugura hoy con fotos, objetos y testimonios de los supervivientes, para recordar la doble tragedia.