«Orson West»: En la frontera

Acierta Fran Ruvira cuando define su ópera prima como una película sobre la idea de frontera: la que separa al documental de la ficción, al actor del personaje, al paisaje histórico del mítico, al cineasta-leyenda del cineasta-fantasma. Sería un error, pues, pensar que «Orson West» trata sobre el «western» que Orson Welles no pudo rodar en España. El espectro del director de «Sed de mal» planea sobre el rodaje de un «spaghetti-western» situado en la misma tierra –de la que es oriundo Ruvira y Sonia «La soledad» Almarcha, su protagonista– que Welles pisó a finales de los sesenta. Pero la reencarnación es difusa, en la medida en que a Ruvira no le interesa tanto el género del «cine dentro del cine» como sus proyecciones alegóricas. Por eso asistimos al rodaje de lejos, observando a sus participantes como figuras perdidas en un plano de Anthony Mann. Lo importante son los alrededores, y las historias que ni empiezan ni acaban. Las historias se cruzan y dialogan: a veces, sin embargo, da la impresión de que juega muchas cartas a la vez sin decidirse por ninguna. La madurez de la forma contrasta con el amateurismo de algunas interpretaciones, que no acaba de cuajar en un tono que debería haber sido menos naturalista.