Barcelona

Springsteen adicto a la carretera

El de Nueva Jersey, a los 62 años, actúa seis veces en España dentro de su gira mundial. Este domingo soportará 30 grados en Sevilla, pero promete las tres horas habituales de concierto. Cuándo: domingo, 13 de mayo. 21:00 horas Dónde: Estadio Olímpico de la Cartuja, Sevilla.l Cuánto: desde 65 euros.

Springsteen adicto a la carretera
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Keith Richards lo llamó con su inconfundible malicia «el síndroma de la línea blanca». Es una adicción como otra cualquiera: hacer las maletas, llamar a la banda, disfrutar de la forma más auténtica de hacer música, satisfacer los egos y/o alimentar la cuenta bancaria para pagar las mansiones. Que lo hagas mejor o peor ya es cuestión de honestidad y talento, y si hay un músico incuestionable por su sinceridad –más allá de los millonarios ingresos–, ese es Bruce Springsteen, quien el domingo comienza en Sevilla su nueva gira europea. El martes actuará en Las Palmas, y el jueves y el viernes tandrá doble cita en Barcelona. Habrá que esperar al 17 de junio para verle en Madrid.

¿Qué se puede contar ahora que suene medianamente novedoso para un hombre que lleva más de cuatro décadas de actuaciones? No es nuevo que sus conciertos rondan las tres horas. Tampoco que conoce mil trucos para entretener al seguidor (o no) que ha pagado una buena cantidad de euros por una localidad situada a 100 metros del escenario. Y sigue concediendo espacio para la exhibición de sus valiosos compañeros. Y está muy bien de voz a sus 62 años. Y no se guarda nada.

Pero sí hay cosas interesantes y novedosas en esta nueva gira, que sirve de presentación para «Wrecking Ball», su último trabajo, recibido con reacciones contrapuestas según en el bando de seguidores en el que uno se sitúe. El álbum tiene una amplísima cobertura en cada concierto, donde Springsteen interpreta alrededor de una decena de canciones. A cambio, el músico estadounidense olvida trabajos como «The river», «Born in the USA» o «Tunnel of Love», con escasa representación en la última gira por lo largo y ancho de Estados Unidos.

Más desnudo
El buen número de temas pertenecientes a «Wrecking Ball» le está sirviendo para recuperar el aprecio de quienes criticaron las canciones por el sonido del disco, para muchos excesivamente sobrecargado. En directo, Springsteen prescinde de cualquier artificio sonoro y sólo se oye lo que se produce en el escenario. Aunque también hay un amplio espacio para los viejos temas y llama la atención la mirada del músico hacia su repertorio primerizo. Es el caso de joyas, auténticos clásicos del rock and roll, como son «Rosalita», «Thundercrack», «Spirit in the night», «Incident on 57th street», «The E-Street shuffle» y unas cuantas más. No es casualidad y la explicación es mayoritariamente musical: se trata de un repertorio muy cercano al soul y junto a la E-Street Band lleva ahora una sección de vientos y hasta un percusionista. De alguna manera, los conciertos entroncan con aquella gira de «Tunnel of Love», de 1987, donde también llevó una imponente sección de vientos. O, más recientemente, con el proyecto de las «Seeger Sessions».

La jugada de Springsteen ha sido tan sorprendente como inteligente. Tras el fallecimiento del teclista Danny Federici (2008), el pasado año se añadió la baja de Clarence Clemons. El llamado «Big-Man» era algo más que el saxo. Él era la imagen de la E-Street Band, el protagonista junto a Springsteen de la gloriosa portada del disco «Born to run» y algunas coreografías espectaculares en escena difíciles de olvidar.

Llenar la ausencia
Existían muchas conjeturas sobre qué haría Springsteen para disimular el hueco dejado por Clemons. ¿Fichar a otro saxofonista? ¿Descartar los temas asociados a sus icónicos solos? ¿Hacer nuevos arreglos de canciones? La respuesta: añadió una sección completa de vientos evitando que se produjeran las consabidas comparaciones. Ahora no suena un solo de saxofón, sino otra cosa. Del mismo modo, Springsteen se puede dar el gustazo de interpretar sus canciones primerizas con un sonido casi de «big-band».

Aunque más crudas suenan las de su nuevo disco, que no es precisamente una invitación a una fiesta. «Wrecking ball» está trufado de arengas obreras, de incitación a la revuelta inteligente, de rechazo a la clase dirigente. Es su nuevo «disco de protesta», aunque con más épica de la que generaban viejos profetas como Pete Seeger, Woody Guthrie, Leadbelly o el primer Dylan. No caben minimalismos cuando se saca a pasear a toda una E-Street Band, reforzada con vientos y percusión. Los conciertos de su gira estadounidense han recibido por lo general excelentes críticas y de su arranque en Sevilla no cabe esperar otra cosa sino un concierto lleno de fogosidad. Los más nostálgicos dirán que los mejores años de Springsteen ya pasaron. Al fin y al cabo, eso es lo que se dice de casi todos los músicos que ya vivieron la mitad de sus vidas. Pero otra parte podrá argumentar que ya resulta estimable que un artista de su talla siga haciendo la carretera en vez de quedarse en casa delante de siete televisores contando sus ganancias. Es lo que sucede cuando se es adicto a las giras que cruzan el mundo. La única adicción evidente que se le reconoce a Springsteen, por cierto.


El «jefe» cuida siempre a España
En los últimos treinta años, Springsteen ha tocado en un inmenso catálogo de estadios de fútbol y plazas de toros, Monumental de Las Ventas y Barcelona incluidas. Con la Ciudad Condal mantiene una relación especial desde que las entradas costaban 900 pesetas. Nunca ha dejado más de tres años pasar entre una visita y otra a España, la última, en Santiago de Compostela, en agosto de 2009. El año anterior ya había llenado el Santiago Bernabéu. Ha abierto giras mundiales en nuestro país, y en esta ocasión inaugura la europea. También ha tenido en cuenta las fechas españolas en su época de recintos más pequeños. La suma de las asistencias la acaba de hacer David Gallardo para la versión española de la revista «Rolling Stone», y la suma final es de 1,2 millones de asistentes. Sus visitas han deparado escenas espeluznantes, como alcaldes de ciudades esperando al «Boss» en la pista de los aeropuertos y los intentos del cantante por dirigirse al público en gallego.

 

¿Lágrima u horterada?
Springsteen no se podía olvidar de Federici y Clemons durante esta gira, cuyos conciertos incluyen un par de momentos para las lágrimas. A unos les parece una cosa muy emocional y a otros una horterada de grandes dimensiones. La cosa es como sigue… durante la interpretación de «My city of ruins», Springsteen presenta a la banda en un «crescendo», para luego dirigirse al público diciendo: «Si vosotros estáis aquí y nosotros estamos aquí, ellos están aquí», refiriéndose a los dos músicos fallecidos. Springsteen ha declarado que, cuando escuchó grabado el corte «Land of Hopes and Dreams» que incluye un largo solo de Clemons (en la imagen de arriba), se echó a llorar. Al saxofonista le dedica el disco, y para darle aún más emotividad a las ausencias, lleva de gira una presencia: la de Jake Clemons (en la imagen de abajo), sobrino del fallecido y que también toca el saxo, aunque junto a él la formación de vientos la completan otros tres intérpretes para evitar comparaciones imposibles. Además, para cerrar el círculo del tributo, cada concierto de la gira estadounidense se ha cerrado indefectiblemente con el clásico «10th Avenue Freeze-Out», una canción eternamente asociada al saxo de Clemons. En la letra hay una parte que dice: «Hubo un cambio en la parte alta y ‘‘Big-Man'' se unió a la banda». Cuando Springsteen termina de cantar estos versos, la música se detiene y en las pantallas de vídeo se proyectan imágenes de Clemons durante dos minutos. Le corresponde al público decidir si el homenaje funciona o no.