Londres
Cameron vuelve al «thatcherismo»
David Cameron avivó el sentimiento nacional para remontar la crisis en un discurso en el que no terminó de brillar.
David Cameron se dirigió ayer a sus filas por primera vez como primer ministro británico. Tras trece años en la oposición, el congreso anual del Partido Conservador celebraba el regreso al poder. Pero el ambiente no era especialmente festivo.
Primero porque el líder «tory» representaba también a un Gobierno de coalición que recordaba que no habían conseguido la mayoría absoluta en las elecciones de mayo. Segundo, porque el plan de austeridad que el «premier» quiere llevar a cabo para reducir la deuda histórica que arrastra el país ha sorprendido a los ciudadanos con medidas que ni siquiera aparecían en el manifiesto de la campaña electoral.
El Ejecutivo británico está decidido a limitar, a partir de 2013, la actual ayuda estatal por hijos a aquellas familias en las que uno de los padres cobre más de 43.875 libras anuales (unos 50.700 euros). La propuesta ha recibido multitud de críticas, incluso por parte de algunos sectores de su propia formación, que consideran que se ha traicionado el apoyo a los matrimonios.
Para no manchar su gran discurso con disculpas, Cameron pidió el martes estratégicamente perdón por no haber contado al electorado sus intenciones y ayer, con el camino ya libre, volvió a tirar del mensaje de «gran sociedad» para justificar sus políticas. Guiado por el mismo «thatcherismo» que se empeñó en reducir el poder del Estado, el líder «tory» recalcó que debían ser los ciudadanos británicos los que cambiaran el rumbo del país.
«Trabajemos juntos por el interés nacional, el país te necesita», matizó. «El Gobierno hará su papel, pero la parte más importante es la que juega la ciudadanía». Una y otra vez, pidió a la sociedad colaboración y señaló que los recortes eran la única vía «responsable» para reconducir las arcas públicas.
«Justicia significa dar a la gente lo que se merece y eso depende de su comportamiento –señaló– si realmente uno no puede trabajar, le ayudaremos, pero si puede y lo rechaza, no le dejaremos vivir del duro esfuerzo de los demás».
División
A pesar de que las encuestas aseguran que el 83% del electorado respalda su plan, el discurso no pareció entusiasmar a sus filas. Y no sólo porque Cameron no tuvo su mejor día como orador, sino porque los giros draconianos asustan y muchos temen perder de nuevo el poder que tanto les ha costado recuperar.
La falta de unidad de los «tories» puede dañar sobremanera a un primer ministro británico que aspira a dejar la coalición en los próximos comicios.
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