Ciencia y Tecnología
Por una «eco-nomía» real
Es escandalosa la forma en que la clase política, sea del color que sea, vive por completo ajena al mundo real y a su economía. Bueno, no sólo la clase política: también los banqueros y los top managers de muchas transnacionales.
Vayamos al lío. El sector agroalimentario ecológico no ha hecho sino crecer desde que emergió de la nada, allá a finales de los 70-principios de los 80. Su crecimiento ha sido, desde mediados de los 90 y hasta el principio de la crisis, del 20-25%. En época de vacas flacas, la ascensión se ha dado a un ritmo menor, entre el 10 y el 12%. Los datos ministeriales a este respecto son claros y definitorios. Bien visto, con la que está cayendo, que un sector no sólo se mantenga, sino que crezca, y a esos niveles, no sólo es una alegría, sino que es verazmente un auténtico milagro. Pero no nos engañemos… Hay mucha gente que viene trabajando desde hace mucho tiempo, y con mucho ahínco, para que esto sea así. No es flor de un día.
Mientras, nuestros políticos, los de aquí y los de allí, los estatales y los autonómicos, siempre han mirado a otra parte. Mientras la economía convencional se desmorona, la clase política opta por seguir ayudando a los que viven en el pasado. En vez de apostar, claramente y sin fisuras, por aquellos sectores que, con el eje medioambiental como centro, saben mirar hacia el futuro y crear fórmulas y tendencias factibles, duraderas, con mercado.
BioCultura es el reflejo de toda esa gente que, sin ninguna ayuda, sin ningún apoyo, remando siempre contracorriente, ha sabido crear un mundo «eco-nómico» real, tangible, verdadero, que hoy es un ejemplo para los que se reían de nosotros, para los que no tomaban por «cuatro hippies iluminados». Pero la clase política sigue mirando a ninguna parte. En el resto de Europa, continente al que tanto apelan, la agricultura ecológica nunca ha sido un proyecto de izquierdas o de derechas, sino de estado. Todos los políticos europeos han votado siempre a favor de leyes que garantizaran un apoyo a los sectores «bio» y que pusieran trabas al auge de transgénicos o a los diferentes fraudes alimentarios. Por eso los mercados «bio» alemán, italiano, británico, danés, francés… son lo que son.
La izquierda y la derecha en nuestro país sirven, sin ningún pudor, más a los intereses de la gran industria agroalimentaria convencional, que a los intereses de una ciudadanía que quiere alimentarse de productos sanos, ecológicos y medioambientalmente sostenibles. Por eso, no vamos a esperar a que nuestra clase política despierte o cambie. El porcentaje de abstención en cada proceso electoral es inversamente proporcional al aumento del consumo «bio» en nuestro país. ¿Por qué será? Una democracia real, pacífica y consciente ya está en la calle.
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