Galicia

Extraño verano por Francisco Rodríguez Adrados

FRANCISCO RODRÍGUEZ ADRADOS - De la Real Academia Española

La Razón
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Y a llegó agosto. Parece que, por un rato, no va a haber más noticias contradictorias sobre el Banco Central Europeo del cual dependemos, como Carlos V de sus banqueros de Nüremberg. Ya Rajoy pasea con sus amigos políticos por los campos de Galicia, ya la Merkel mira al celeste desde una terraza de hotel, como cualquiera de nosotros. El señor Mas no nos pedirá «more», quiero decir más, por unos cuantos días. No habrá mineros circulando con sus cohetes, ellos y los del 15 de mayo descansarán. Sí, y Cándido y el otro no nos incordiarán. Y hemos ganado unas medallas, que satisfacen nuestro amor propio. Y dicen que unos artilugios de los que lleva un cohete a Marte tienen el sello español. Habrá que contentarse con esto. ¿Para qué escribir artículos sobre las causas de la famosa crisis, ya los escriben otros sin aclarar gran cosa, no será mejor esperar un poco, confiar? Sí, no es honesto aprovechar la crisis para presionar a Rajoy, convertir algo que a todos amenaza en un arma contra el enemigo político. Parece un mal sueño. No había más que progreso diríamos que automático, hacia adelante, era la Sociedad del Bienestar. Los socialistas la traían, era un necio el que no les votara. Y gastaban, gastaban –un dinero que no tenían–. Los demás, por no ser menos, por optimismo y bondad y necesidad de votos hacían igual. Todos somos culpables, parece. Y surgen las escisiones todas. Europa no suelta la pasta, dice que la hemos derrochado. Hay celos recíprocos ¡y habíamos logrado la Unión Europea! Los separatistas aprovechan, como siempre, a ver si llega el momento oportuno para ellos, su momento. Ciegos, el ideal que persiguen y que es nuestra ruina y su ruina, se les escapa, vienen a fundar naciones en el siglo XXI, perdieron la oportunidad, allá en el siglo XIII. Todo triste aunque los periódicos y la Televisión intenten consolarnos con triunfos deportivos o beldades fulgurantes. Bien está, pero España es mucho más. ¿Por qué se olvida lo que era nuestra gloria y que existe todavía? ¿Y por qué se olvidan un tanto nuestros males mayores, en el fondo se espera acabar con ETA a base de concesiones y de cerrar los ojos? Ya ven, el PP ha hecho tremendas concesiones al dejar pasar aquel pacto inasumible con ETA, habría habido vías legales contra él. Y el Estado sigue sosteniendo con sus subvenciones a los sindicatos, profesionales del follón por mucha corbata que alguna vez se cuelguen.

Se imponía una tregua, arrimando todos el hombro, dejarse de huelgas y asonadas en interés de todos. Pero ya ven la que tienen preparada para el otoño para ver si dan la vuelta a la tortilla, si ganan donde perdieron por propia culpa... para que al final perdamos todos. Los que votaron contra ellos, votaron deseando, simplemente, un poco de normalidad. Votaron contra ellos más que a favor del PP. Y ahora, y no ha pasado un año, intentan cambiar la voluntad del país. Creo que volverían a perder unas elecciones si ahora la hubiera. Hay claro, las avanzadillas, los impacientes que ya han echado mano a los recursos de siempre. Ya han visto a los mineros con sus simulacros de disparos, nos han recordado el octubre del 34. Y han visto a un llamado sindicato invadiendo fincas y echando mano a lo ajeno, como en la famosa Segunda República: un modelo que todo el mundo se ha negado a imitar. Pues ya ven: con una mano invaden, ponen la otra a las subvenciones. Así no se va a ninguna parte, se va de mal en peor. Claro que son unos pocos, pero ensombrecen el futuro. No hay derecho a que se cultive ese clima en un momento en que el Gobierno no puede ya atender incluso a modestas necesidades. Algunas, pienso, son menores, se puede vivir sin pagas extraordinarias o con alguna hora más de trabajo o una subida del IVA. Lo terrible es lo personal, en muchos casos: no las cifras brutas, los hombre y mujeres que hay debajo. Y los trabajos o actividades en curso que van a tener que parar si no han parado ya. Y, además, la crisis desvía la atención de tantas cosas. De ETA, por ejemplo, el enemigo agazapado. Otro ejemplo, entre tantas cosas, es la enseñanza, a la que las reformas han dejado en situación penosa. Necesita una contrarreforma, lo he dicho mil veces. Una reforma que introduzca rigor y favorezca, en Humanidades, a las materias esenciales. He hecho mil campañas sobre esto, he escrito, ahora, en LA RAZON, no quiero insistir. Y ahora, cuando he dejado la enseñanza o la enseñanza me ha dejado, continúo en un campo quizá mínimo, el de la investigación en Humanidades. Trabajo, como he hecho siempre, en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas, trabajo jubilado, sólo por ayudar. Pues tomen nota de la Circular del Departamento de Publicaciones del propio Consejo, a fines de julio: deja provisionalmente suspendido el plan editorial de 2013 y habla de la suspensión definitiva de las publicaciones en papel y del riesgo de las revistas. Un ejemplo entre mil, sé lo que esto significa. Son campos en que España se ha ganado un prestigio, aunque no aparezca en las publicaciones glamorosas, a todo color. ¿Vamos a dejarlo perder? Las Ciencias Humanísticas no están muertas en España, esas publicaciones son un testigo. Las conocen y aprecian en todos los países, sin ellas no somos nada. Preservar lo que puede perderse, impedir que las cosas se estropeen más es la solución, la demagogia no es solución.