Día de las Fuerzas Armadas

Fracasa el plan «antiabucheo»: Defensa aísla a Zapatero pero no silencia los pitos

Los ciudadanos tuvieron que resignarse a seguir el desfile a través de las pantallas.
Los ciudadanos tuvieron que resignarse a seguir el desfile a través de las pantallas.larazon

MADRID- El último desfile de la Fiesta Nacional de José Luis Rodríguez Zapatero como presidente del Gobierno no podía quedar deslucido por los ya tradicionales abucheos y pitos. Y Defensa lo consiguió. No porque no los hubiera, que los hubo y muchos, sino porque la organización se cuidó en «blindar» la tribuna en la que se sitúan las autoridades separando aún más al público. Prácticamente nada se escuchaba en la madrileña plaza de Neptuno, epicentro de la parada militar, aunque en el resto del recorrido sí que fueron constantes los gritos en contra del presidente y de determinados miembros del Ejecutivo.

Ante la imposibilidad de ver directamente cuándo llegaba Zapatero, las pantallas gigantes instaladas permitieron a los ciudadanos expresar sus quejas en forma de gritos cada vez que las cámaras le enfocaban. Porque además por megafonía tampoco anunciaron la llegada del presidente del Gobierno, algo que en ediciones anteriores sí que se hacía. Pero daba igual, el público los veía en la pantalla y comenzaban los interminables abucheos y los gritos de «¡Dimisión!» «¡Sinvergüenza!» o «¡Fuera, fuera!». Eso sí, no fue el único al que los ciudadanos abuchearon, pues la ministra de Defensa, Carme Chacón, también se llevó su parte, cuando las pantallas mostraban su imagen, con ensordecedores silbidos y gritos de «¡inepta!».
Pero ese «aislamiento» no fue lo único atípico de un desfile en el que, además de contar otra vez con una ubicación nueva y un mayor recorrido, se pudo ver a Su Majestad el Rey Don Juan Carlos con muleta y prácticamente todo el tiempo sentado a causa de su reciente operación. Otra novedad fueron las sillas instaladas en la tribuna principal. Fue el monarca el más aplaudido por todos los asistentes nada más llegar a la plaza.

Con la presencia de la Familia Real arrancaban los actos. Primero, dos miembros de la Patrulla Acrobática Paracaidista del Ejército del Aire descendieron desde las alturas con la bandera nacional, la cual se izó en la misma plaza y acto seguido se produjo uno de los momentos más emotivos de toda la jornada: el homenaje a los caídos, que fue acompañado de fuertes aplausos de autoridades e invitados. Todo lo contrario a lo ocurrido el año pasado cuando este momento quedó deslucido por los abucheos del público. Por ello, desde las pantallas se pedía respeto a los ciudadanos, que en esta ocasión sí guardaron silencio. Un silencio que contrastó con los aplausos que recibieron los reactores de la Patrulla Águila tras dibujar en el cielo madrileño la bandera de España. Y a las 11:15 comenzaba el desfile, que, al igual que el año anterior, intercaló las unidades aéreas con las terrestres. En total, más de 3.000 militares, 147 vehículos y 55 medios aéreos se dieron cita en la capital española.

Tradición
Como es tradición, la sección de motos de la Guardia Real fue la primera en marchar por el paseo del Prado seguida por el resto de agrupaciones motorizadas y mecanizadas de las Fuerzas Armadas. A su paso, el público no paraba de aplaudir y cantar «¡Yo soy español, español!» y «¡Viva España!». Tras ellas les tocaba el turno a los aviones, una de las partes más llamativas del desfile, aunque también una de las más rápidas. Los asistentes que no se encontraban bajo los espesos árboles del paseo del Prado no dejaban de mirar al cielo mientras pasaban los F-18, los Harrier, los Hércules o el Boeing 707 que simulaba un reabastecimiento en vuelo. Mientras, el resto de los ciudadanos se tuvieron que conformar con seguirlo desde las pantallas, lo que volvió a provocar numerosas quejas.

Las unidades aéreas dieron paso a las de a pie, siendo de nuevo la más aplaudida de todas la Legión, con su característica cadencia de 160 pasos por minuto y su inseparable mascota, la cabra, que no perdía el ritmo. Los Regulares, los últimos en desfilar andando, también recibieron un caluroso aplauso popular. El fin de fiesta llegó con las unidades a caballo.
Tocaba entonces despedirse y los ciudadanos lo hicieron de Zapatero a su manera, con más gritos y pitos. Incluso, cuando pasaban ante ellos los coches oficiales –salvo el del Rey– aprovechaban para increparlos por si el jefe del Ejecutivo se encontraba en alguno de ellos.
De esta forma concluía la última parada militar de Zapatero como presidente. Logró aislar los abucheos, pero no impedirlos.