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Demasiados actores para un drama
Cuándo: 28 de octubre de 2011. Qué: cola en el exterior de la oficina del paro en la calle Evaristo San Miguel de Madrid
Hay que poseer mucha entereza para, después de darle muchas vueltas a la cabeza, pedirle dinero prestado a tu padre, que vive de una escasa pensión, y soportar la humillación sin derrumbarse, y notar cómo dentro de ti la alegría por el gesto dadivoso de quien nunca te ha fallado se mezcla con ese fleco de desprecio hacia ti mismo, porque serías tú quién deberías ayudar a tu padre.
Hay que ostentar una gran fortaleza para confesar al amigo de siempre que necesitas su ayuda, una pequeña cantidad de dinero que a continuación prometes devolver con rapidez, cuando estás convencido de que la prontitud no depende de ti, sino de que por fin, encuentres empleo.
Hay que tener una gran confianza en ti mismo para confesarle a tu mujer quehay que sacar a los dos pequeños del colegio concertado, donde tú estudiaste, porque aunque la cantidad mensual no es excesiva, no puedes hacer frente a ella.
Y hay que disponer de una gran energía para neutralizar esa paralizante sensación de fracaso, porque no es un golpe intenso y agudo que deje paso a otro, sino la gota malaya de comprobar a diario que no hay luz al final del túnel, y que cada mes hay más deudas.
Casi cinco millones de personas protagonizan este drama que nadie se merece, y del que va a resultar muy difícil salir. Hubo una crisis económica mundial, es cierto, pero doblamos en paro a todos los países de la Unión Europea y a algunos los triplicamos. Hubo un Gobierno que estuvo más atento a las próximas elecciones que a la próxima generación, y ya tenemos una generación de jóvenes que comprueban que les habíamos mentido, porque no es cierto que el estudio, el sacrifico y el trabajo sean recompensados.
Se ha optado por dar de limosna la sardina del desempleo, cuando éramos una sociedad que sabía pescar. Unos sindicatos antiguos y burocratizados, se enrocan en los que tienen empleo, y defienden sus privilegios, como si los parados fueran los ilotas de este tiempo. Y, mientras, la corrupción se recompensa, y el corrupto triunfa, y el deshonesto brilla en la televisión, y la mentira zafia se convierte en herramienta de propaganda electoral, y unos pocos escritores y periodistas reclamamos cosas tan antiguas como la honestidad, la honradez y el esfuerzo, en un ambiente donde campa la grosería, el cinismo y la falsedad.
Pero son demasiados actores para un drama. Demasiados millones de condenados a aguantar la impericia de unos, el cálculo de otros y el egoísmo de todos. Porque un día la entereza puede resquebrajarse y llevar a cientos de miles de actores a la desesperación, cuna de insurrecciones y rebeldías, de tumultos y asonadas, que se iniciaron en el drama pero que, por desgracia, concluyenen tragedia.
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