Historia

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Los congresillos del partidillo

La Razón
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Tras tantos esfuerzos porque la llamemos Carma Chacón la renovada María del Carmen «La de Ronda», destapadas sus raíces andaluzas, enfundada en la bata de cola y aireando los brazos por sevillanas, va y dice: «Los españoles tienen puestos los ojos en nosotros»: Va a ser que no, María del Carmen de Barroso. Los españoles están sobrados de asuntos terroríficos como para detenerse en la ensaladilla personalista que se sirve en los congresillos socialistas. Estas son las primeras elecciones primarias que organiza el PSOE desde la clandestinidad predemocrática de Suresnes que aupó a Felipe por la defección de Nicolás Redondo, y siempre presumieron de ellas cuando en todas las ocasiones las abortaron en la acertada sospecha de Alfonso Guerra de que esos comicios previos los carga el diablo. De estos dos en la carretera secundaria hacia la nada intelectual se podrá decir que Rubalcaba representa el espíritu de Atapuerca, pero la doña no ha nacido ayer aunque se hubiera sentado silente en los Consejos de Ministros de Zapatero. Asegura María del Carmen que Garzón es juzgado por perseguir la corrupción. Que la ilustre Felipe González a quién el juez mártir persiguió sañudamente con una X. Estos saltan del crucero con más rapidez que el capitán del «Costa Concordia» y no tienen otro afán que el de tender una manta de olvido para recuperar el poder perdido en las redes del Estado. Al menos Rubalcaba ha olvidado de momento la revolución pendiente (no se sabe si la falangista o la de empobrecer a los ricos) pero la lozana andaluza lleva de tanque de pensamiento a los novísimos Borrell y Narbona más estatistas que un plan quinquenal soviético. Entrados en una tormenta perfecta, financiera, institucional, moral, lo que miramos los españoles con temor es la marcha de la primera oposición, con la que habrá mucho que negociar, hacia un partidillo desguazado en ininteresantes reyertas tabernarias.