Cataluña
Coche fúnebre
Al director general de Tráfico se le ha ocurrido quejarse de la elevación del límite de velocidad permitido en las autopistas de Cataluña porque considera que la permisividad redundará en un mayor número de accidentes. En esa misma línea de sana lucidez intelectual redundaba en televisión el tipo que dijo que con la limitación de la velocidad en vías urbanas a 30 quilómetros por hora los siniestros serían menos graves. Nada más escuchar semejantes advertencias, sin necesidad de ayuda llegué a la conclusión de que la gravedad de los accidentes viarios sería aún menor si los coches chocasen estando parados y los peatones corriesen apenas el riesgo de ser arrollados en el parque por el carrito de los helados. Ayer probé a circular a tan escasa velocidad por las calles de la ciudad en la que vivo y en efecto comprobé que mi coche no sólo dejaba de constituir una amenaza pública, sino que en dos ocasiones me adelantó una pandilla de perros insensatos e iletrados que caminaban sin chofer, sin seguro y sin limitación de velocidad. Yo lo que no entiendo es que alguien trate de convertir las vías de comunicación en un obstáculo para los desplazamientos, de modo que la tecnología permita conquistas que por su parte nos niegue la Ley. Eso es tanto como tolerar el boxeo pero obligar a los púgiles a que peleen de brazos cruzados. Podemos tergiversar el sentido común de manera que nos permita hallazgos sorprendentes, como sin duda lo sería contener la criminalidad nocturna con una ley que trasladase la medianoche a las seis de la tarde. En la era de las comunicaciones y en un momento en el que la geografía parecía dominada, resulta que los políticos consideran la lentitud una conquista revolucionaria. A lo mejor es que los ingenieros que diseñan coches más seguros y más veloces se equivocaron de objetivo y lo que conviene ahora es inventar de nuevo el caballo. A mí particularmente me trae sin cuidado lo que decida la Dirección General de Trafico en cuanto a velocidades permitidas porque suelo viajar sin citas con cuya espera pudiera agobiarme. A fin de cuentas, ya tengo edad suficiente para haberme dado cuenta de que por muy despacio que circule y por muy cuidadoso que sea en la observancia de las normas de circulación, mi último vehículo será sin remedio el coche fúnebre.
✕
Accede a tu cuenta para comentar