Estados Unidos

España sin pulso por Antonio López Vega

La Razón
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En el verano de 1898, después de la derrota en la guerra contra Estados Unidos, Francisco Silvela escribía un artículo en «El Tiempo», donde diagnosticaba el estado moribundo de la nación española a la que «dondequiera que se ponga el tacto, no se encuentra el pulso». Hoy, ante la tentación de establecer comparaciones análogas, conviene subrayar que la situación no es comparable. Fruto del enorme éxito al que, en líneas generales, ha asistido nuestro país desde 1975, hoy nos encontramos en una posición mejor para afrontar la crítica situación que atravesamos. Es cierto que cuando parecía que la cosa no era susceptible de empeorar se cumple la ley inexorable y empeora; conatos de conflictividad laboral incipiente reflejada en estos últimos días en mineros y funcionarios, imposición de nuevas subidas de impuestos, los numerosos recortes efectuados aún no tienen su reflejo positivo en las cifras…. Parece que por allá donde uno mire no hay sino síntomas que apuntan hacia el peor de los destinos.

Sin embargo, los que creemos que la historia no está predeterminada y que la acción de los individuos puede ser y es decisiva, no podemos sino resistirnos a los malos augurios y a la inanidad de nuestra vida política. La historia muestra que en los momentos críticos, la unidad es una de las mejores armas que poseen las naciones para afrontar las dificultades. En este sentido, qué duda cabe que el mejor ejemplo histórico que tenemos es el de la Transición, cuando la generosidad, la ejemplaridad y la altura de miras de los actores de aquella hora llevaron a lograr la salida a una situación mucho más que complicada y que reunía no sólo amenazas económicas –recuérdense los efectos de la crisis del 73 y cómo nuestros parámetros económicos tardarían aún varios años en mostrar síntomas de fortaleza y recuperación sostenida–, sino también dificultades políticas bien conocidas por todos. Es seguro que los ciudadanos, que hemos demostrado sobrada capacidad para afrontar las dificultades no sólo estos meses de continuados recortes sino también en diferentes aspectos de nuestra historia reciente como el terrorismo de toda índole, agradeceremos a nuestros políticos responsabilidad, grandeza y liderazgo.

Se ha repetido hasta la saciedad que esta crisis es algo más que una crisis económica, es una crisis de valores. De esta manera, cuando señalamos la inmoralidad de algunos banqueros y de algunos de los comportamientos generalizados en el mundo financiero –así como la connivencia de la clase política con ellos, al menos, a través de la corrupción de los organismos reguladores–, es necesario subrayar, una vez más, que junto a las ineludibles medidas económicas, una de las condiciones necesarias para superar esta situación es el triunfo de una ejemplaridad pública que se debe reclamar no sólo a quienes ostentan responsabilidades políticas y económicas, sino también a quienes son referentes y modelos sociales y culturales, de manera que esa regeneración ética alcance otras esferas como la deportiva o la de los medios de comunicación, por citar sólo dos que nos ocupan a todos diariamente. Ojalá que el presidente del Gobierno se estuviera también refiriendo a esa nueva exigencia de comportamiento público y no sólo a medidas económicas cuando, posteriormente a su intervención en el Congreso de los Diputados, parafraseó a Ortega y Gasset para recordar que sólo cabe progresar cuando se piensa en grande y sólo es posible avanzar cuando se mira lejos.

Ahora que parece que el cielo puede caer sobre nuestras cabezas es el momento, primero, de que todos reconozcamos la parte de responsabilidad que nos corresponde de la situación actual, pero después, de apelar a esa excepcional capacidad para sobreponernos que hemos demostrado en las últimas décadas para construir el periodo más exitoso de nuestra historia contemporánea. Una de las claves de ese éxito fue tener un proyecto común ilusionante por el que luchar; el de la España de la libertad y la democracia. Por eso, hoy, por lo que hemos sido capaces de superar y construir, conviene que nos llenemos de nuevo de optimismo e ilusión para ayudarnos mejor a superar esta situación y ser capaces de redefinir ese proyecto común y recuperar así, como diría Silvela, el pulso de España.

 

Antonio López Vega
Historiador y Director de la Fund. Gregorio Marañón