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Amaral indefinidos

El dúo publica con su propia compañía de discos «Hacia lo salvaje», un álbum «más guitarrero» 

Eva y Juan, paseando por Malasaña, en Madrid
Eva y Juan, paseando por Malasaña, en Madridlarazon

Hablando sobre y con Amaral suele surgir el problema de las etiquetas. Primero cuando sus «números uno» volvían tediosas sus pegadizas canciones, y, después, cuando un paso hacia el rock más afilado pareció hacerles perder presencia y no ser lo suficientemente «auténticos» para ser admitidos entre los «indies». Así que en las preguntas con ellos surgen de repente las clasificaciones, aunque, para darle brillo al rock & roll, se les puede llamar categorías. «Pedimos que se respete nuestro derecho a no definirnos», dice Juan, con nuevo disco bajo el brazo, «Hacia lo salvaje».

«Nosotros nunca hemos hecho música pretendidamente adolescente, ni para ninguna edad, sino para que le llegue a los seres humanos independientemente de su edad o condición», asegura. Tampoco les preocupa que su nuevo álbum, «más guitarrero», como ambos lo definen, no encuentre la comprensión en las listas de ventas, huérfanas del género desde hace tiempo. «Las listas de éxitos no son reales.Te lo digo yo, que hemos estado ahí y sabemos que son cosas ficticias», dice. Eva asiente: «El éxito es seguir haciendo las canciones para nosotros. Todavía es una vía de escape, una manera de expresarnos y sacar los demonios. Y resulta que a la gente le gusta».

Soltar las manos de la bici
Han dejado su discográfica, Virgin, que fue absorbida por la multinacional EMI, y, después de escuchar algunas ofertas, crearon su propio sello: Antártida. Pero las distinciones entre «independientes» o «mainstream» no les atañen: «Nos sentimos cerca de grupos que entran en las dos categorías, viejos y mayores, internacionales y españoles...». Pero se han atrevido a dar un giro musical con el álbum, que hay quien califica de «maduro». «Si madurez es que tú controlas, es que vas en bici y sueltas las manos, es un disco maduro porque tenemos un mayor control sobre el lugar al que queremos ir con el sonido. Aunque a veces sueltas las manos y tienes que cogerte otra vez, luchar contra las canciones. Y en esos términos, sí», apunta Juan. «Pues yo siento que somos un poco inmaduros en el sentido de que disfrutamos de algo tan básico como ir a conciertos igual que al principio», dice Eva, que añade: «Aunque es verdad que, por nuestra forma de componer, que es muy caótica, muy de batiburrillo, a veces podemos estar semanas retorciendo un tema sin terminar. Juan es un maniaco perfeccionista, y necesitamos que alguien nos diga cuándo parar. Y volver a la primera versión».

«No hemos perdido nada»
Llevaron a 14.000 personas al escenario principal del Sonorama, un festival para grupos independientes, y convencieron a más de un escéptico. Puede ser la suya una forma de resistencia, de rebelarse contra lo que se espera de ellos. Y hablando de eso ¿qué han perdido al dejar su casa de discos? «Pues creo que nada. Tenemos una gratitud infinita. Nunca nos hemos sentido manipulados o incomprendidos. Pero tampoco les echamos de menos», dice Juan.