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Pécs: la cara cultural de Hungría

Sobran las razones para descubrir Pécs. Ambiente universitario, arquitectura decimonónica, coquetas plazas repletas de vida... Y cultura, mucha cultura. Tanta que, en 2010, luce con orgullo la Capitalidad Europea de la Cultura

La Razón
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Todas las artes florecen en Hungría, pero especialmente la música fluye por las venas del país magiar. Muchos niños, jóvenes y adultos saben interpretar una partitura, pues la cultura musical está muy instaurada en los colegios e institutos, en realidad es algo que flota en el ambiente. No es de extrañar, por tanto, que la ciudad húngara de Pécs, al sur del país, sea la Capital Europea de la Cultura en 2010.


Son pocos los españoles que se han asomado a Hungría más allá de Budapest, que a menudo se incluye en ese eje mágico de las capitales imperiales junto a Praga y Viena. Pero a sólo dos horas de la villa que encumbró a la emperatriz Sisi se halla una pequeña ciudad universitaria con mucha vida, que ha sacado este año a la calle el teatro, el circo, un coro tan armónico como anónimo formado por mil ciudadanos corrientes, el pop, la danza, el rock o las artes más tradicionales.


Pero no sólo de eso vive Pécs. Sus calles rebosan cultura, pero también una belleza que penetra en la retina. Hasta hace un par de años, la calle Király era su eje peatonal, su zona de paseo sosegado entre edificios señoriales. Ahora hay más calles y plazas libres de coches, pero Király no ha perdido protagonismo. Allí se encuentra un hotel de gloriosos días pasados pero singular belleza, el Palatinus, que bien pudo ser escenario de los misterios de alguna novela de Agatha Christie. Unos metros más allá nos topamos con uno de los rincones más especiales de Pécs: la coqueta placita que alberga el teatro municipal –neorrenacentista del siglo XIX– y uno de los mejores restaurantes de la ciudad, la vinotera Corso. La calle desemboca en el auténtico centro neurálgico de la pequeña urbe, la plaza donde el Ayuntamiento y el Gobierno de la provincia tienen dos sedes envidiables por su atractivo visual. Sin embargo, al fondo, algo no encaja en este cuadro decimonónico. La visión de una mezquita da fe de los 150 años que los turcos pasaron en Hungría en los siglos XVI y XVII. Hoy se usa como iglesia, pero varios siglos después es un símbolo más de la multiculturalidad que caracteriza al sur de Hungría.


En Europa central, la ruta no puede dejar de incluir un café tras pasar por una de las farmacias más antiguas del mundo. Tres minutos calle abajo y la mirada queda cautivada por el tejado del edificio de correos, una amalgama de colores que bailan según varíe el ángulo de los rayos del sol. Esa cerámica que alegra la vista es la que sale de la fábrica Zsolnay, famosa en todo el país. Muchos de los edificios de Pécs tienen pequeños detalles de este exclusivo material. Al regresar a la plaza principal podremos observar que está presente en la fuente con cabezas de toro que se erige en una esquina. Los terrenos que un día ocupó esta industria van a dar lugar a una de las zonas culturales con más vida de Europa, un barrio pensado para fomentar el trabajo de jóvenes artistas de cualquier disciplina. Todavía habrá que esperar un poco, pero la sangre joven no le falta a Pécs, donde estudian más de 30.000 universitarios. Los miles que pasaron por las aulas –y ahora cualquier visitante hace lo propio, incluyendo al Príncipe de Asturias cuando visitó la ciudad– dejaron su huella en forma de candado en la verja de la calle Janus Pannonius. Pueden entretenerse en buscar el que dejaron Don Felipe y Doña Letizia, pero mucho mejor es darse una vuelta por la basílica, el palacio obispal y las tumbas paleocristianas o visitar algún museo. La oferta cultural nunca se va a quedar corta. Todavía quedan muchas actividades y el año de Capitalidad Europea pasará, pero la cultura permanece.


El mar magiar y la gastronomía

Adentrarse en Hungría supone meterse de lleno en una gastronomía de platos tan abundantes como exquisitos. La páprika, el pimentón húngaro, está presente en el 90 por ciento de los platos locales y aporta ese toque tan especial a la sopa Gulash (nosotros nos referimos con ese nombre al estofado de carne, pero la receta original es más bien una contundente sopa con pedacitos de carne, pasta y vegetales). Kalocsa es la patria chica de la páprika, pero en cualquier pueblo veremos las ristras de pimientos secándose al sol. Y si en Kalocsa el pimentón es casi palabra de Dios, la sopa de pescado de la localidad de Baja –que, por supuesto, también lleva páprika– es famosa en todo el país y un crimen no degustarla. Los húngaros disfrutan de su propio «mar» en el enorme lago Balaton. Sus orillas bañan lugares tan dispares como la elegante Balatonfüred, un Benidorm a la húngara, Siófok o la hermosa abadía situada en la península de Tihany, que se adentra en el lago.
Entre Pécs y la capital, Budapest, también hay tiempo para interesarse por los vinos del país en zonas como Villany y, por supuesto, subir al castillo de Veszprem, donde en una plaza comparten espacio una pequeña capilla, una iglesia y una catedral en una auténtica exhibición de catolicismo.