Historia
Y el momento llega
Un pueblo que decide llamar Bella a la madre de Dios no sólo está cargado de fe sino también de gran sabiduría. Cantaba Juan Valderrama que «a una madre con pena el beso de un hijo la pone buena», y los leperos, piropeando a la Virgen, decidieron hace cinco siglos hermanarse con Cristo en un ejemplo de intercesión mariana de lo más hermoso. Como lo es todo lo que rodea a la Romería, con mayúscula, que reunirá este fin de semana a más de cien mil personas en el santo lugar que la Bella habitó hasta 1835 en que Lepe la rescató para su parroquia salvándola de la desamortización. El próximo agosto se celebrará el ciento setenta y cinco aniversario de esa alianza eterna con la marisma de La Antilla y el Río Piedras como testigos de unos actos que harán soñar a Andalucía Occidental durante cinco noches de verano. Pero antes, desde hoy y hasta el lunes, los leperos abrirán a golpe de tambor su corazón a quienes los visiten, demostrarán lo que hay de auténtico en el camino de la vida, sabrán superar sus cruces y adversidades, pujarán al alza el valor de la amistad y velarán para que la fiesta se conjugue en armonía con un entorno que mira hacia donde el cielo se hizo mar para que sus olas mecieran hasta la orilla la divina talla. De ahí que uno termine impresionado un año y otro por el horizonte que se preside desde la Ermita, donde la celebración, a punto de cumplir medio siglo, va cada año a más. El futuro es siempre un don de Dios y La Bella es sin duda el mejor presente que reserva Lepe a propios y extraños, no para guardar la vivencia de manera egoísta, sino para compartirla con cuanta más gente y cuanto más lejos mejor. Créanme, la hermandad que se cultiva bajo las estrellas de mayo junto a las aguas del Terrón carece de límites y por eso la llamada de Santa María de la Bella y de su Santísimo Hijo gana continuamente en universalidad cubriendo en estos cuatro días romeros con un gran manto de flores a la gente sencilla de buena voluntad.
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