Literatura

Barcelona

El canto del cisne por Andrés SÁNCHEZ MAGRO

La Razón
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Cataluña echa el telón de acero para la Tauromaquia. En los condados que alguna vez soñaron con el arte de Cuchares. Tenía que ser José Tomás el forense que levantara el cadáver de un toro muerto de inanición y de anemia política. ¡Qué triste entonar el «Pobre de mí» no en Pamplona, sino en una tierra tan avanzada, tan culta y cosmopolita como ha demotrado ser siempre Barcelona! La cultura siempre ha sido una encrucijada de caminos y los toros, ese bar de carretera donde muchas madrugadas narran sus hazañas los legionarios de la lidia. Barcelona no quiere ser una parada más en ese imaginario lleno de magia y agonía llamado toreo. Barcelona sólo quiere ser una ciudad plúmbea, donde no quepan susurros de miedos, ilusiones de sol y sombra y gin-tonics de rubia de bandera. Barcelona quiere escribir su epitafio taurino y su sacerdote es el torero más grande de la historia, llamado José Tomás. Su incipiente mechón blanco y su mirada triste simbolizan el canto del cisne catalán.
Ahora llorarán como Boabdil las plañideras taurinas recordando que había tres plazas en la Ciudad Condal. Pero antes menospreciaron esas corridas veraniegas de La Monumental llena de turistas y de barcos sin alma. O cuando las figuras entendieron que Tarragona, Gerona o Figueras eran rincones para la gastronomía y nunca para ponerse el vestido de torear. Barcelona es la metáfora y el anticipo de todos los dramas del toreo contemporáneo. Esperemos que este canto del cisne no sea el lamento por los toros de la vieja España. Las carmencitas del futuro tienen la palabra.

Andrés Sánchez Magro