París

Con sabor a español clásico

Dos entremeses de Cervantes y una revisión de «La Celestina» desafían en las salas independientes al Festival de Otoño

Germán Estebas protagoniza «Entremeses y pasos» en el Teatro de Cámara Chéjov
Germán Estebas protagoniza «Entremeses y pasos» en el Teatro de Cámara Chéjovlarazon

Al otro lado del teléfono, desde su sede del Théâtre de l'Epee de Bois en París, Antonio Díaz Florián explica con el entusiasmo que le caracteriza en qué consiste su particular versión de «La Celestina». Y hay mucho que contar, porque este pequeño montaje que estrena en Madrid antes de llevar a Francia, precisamente en este fin de semana de San Isidro, es una propuesta singular para tres actrices y siete muñecos de trapo. Será una de las tres obras que le darán un sabor a español antiguo a la cartelera de la capital este fin de semana, y que de las pocas que se atreven a desafiar la hegemonía arrolladora de los Peter Brook y compañía que trae el Festival de Otoño en Primavera. Por fortuna, cuando nadie estrena, siempre queda algún teatro como La Espada de Madera, la otra mitad del corazón de Díaz Florián, repartido entre París y Lavapiés, que no le teme a la competencia. Junto a él, otra de la spropuestas serán los «Pasos y Entremeses» de Cervantes, un montaje formado por dos relatos, «El viejo celoso» y «Los habladores», que repone el veterano Ángel Gutiérrez en su Teatro de Cámara Chéjov. No será el único texto cervantino esta semana: al Fernán-Gómez llega la obra que cierra el ciclo de la compañía aragonesa Teatro del Temple, «El licenciado Vidriera».«Teatro imposible»Cuenta Díaz Florián sobre su versión de «La Celestina» que «la idea que me anima es que don Fernando de Rojas era un converso. Leí que sus padres habían sido quemados y después desenterrados como judeizantes. Asimilando esa idea, leí la obra varias veces. hace dos o tres años que trabajo en este proyecto, quizá más, porque ya en 2005 en Madrid estrené una primera versión. En cuentro en el texto una rebeldía enorme, también un gran dolor, como si se hubiese escrito como una revancha contra la religión y el poder, no de forma concreta contra nadie, sino contra el poder religioso que podía obligarte a renegar de tu vida».Para ello, el director se ha servido de la primera versión de la novela, escrita en 1499. «Es un texto que todavía se estaba formando. He trabajado bastante con ladinos y sefardíes y he descubierto que tienen frases muy parecidas a las de la obra, los giros, la pronunciación de las jotas... Todo eso me interesaba. Un trabajo que ha llevado tiempo ha sido darle sentido a cómo se empleaban algunas palabras en aquella época».Tres actrices serán las únicas protagonistas de esta propuesta de cámara, acompañadas, eso sí, por muñecos de trapo, hasta siete, que representan a diversos personajes. Son la franco-italiana Gabriela Lacagnina, que dará vida a la Celestina, la chilena Pilar Valdivieso y la española Diana Sirumal Zurita. «Son tres brujas, tres judías conversas, tres mujeres "talladas", o sea, con defectos causados, como la Celestina, a la que habían dejado tuerta en la plaza pública», cuenta Díaz-Florián, quien ve al carismático personaje de la vieja como «una revolucionaria»: «Es una rebelde, como todas las brujas, pero de las que saben curar y trabajan las plantas. Ella es una curandera, y por eso precisamente está excluida de la sociedad». El Teatro de Cámara Chéjov de Madrid aparca durante un par de fines de semana su pasión por el dramaturgo ruso y dedica un espacio a dos entremeses no muy representados de Cervantes: «El viejo celoso» y «Los habladores». Germán Estebas, uno de los actores más veteranos de esta sala madrileña –lleva desde 1983 en el teatro–, es el protagonista de ambas piezas: es el viejo celoso que hace todo lo posible por mantener bajo llave a su bella y joven esposa (que al final logra saltarse su vigilancia y mete en la casa a un joven galán) en la primera, y Roldán en la segunda, o sea, el hablador del título, un parlanchín algo bala perdida al que un personaje contrata para curar a su mujer de la enfermedad de «hablar». Cuenta Estebas que se trata de «un montaje bastante sencillo, inspirado en el teatro de plaza. Aprovecha todas las situaciones cómicas y les saca bastante partido a los personajes de Cervantes, que tienen mucha chispa».Como era costumbre en la época, antes de que Lope de Vega revolucionara el teatro español con su «Arte nuevo de hacer comedias», el montaje, que dirige el fundador de la sala, Ángel Gutiérrez, incluye entre una y otra pieza una loa. Solía ser habitual que entre cada obra hubiera loas y bailes. Aquí, Gutiérrez ha incluido una que ensalza al silencio, algo tan apropiado en estos tiempos en los que el sonido de un teléfono móvil puede arruinar una esmerada representación teatral. No estaría de más que los espectadores tomara nota: ¿cuándo nos acostumbraremos a apagarlo todos? Son ya unos cuantos los que llevamos conviviendo con estos aparatejos, los suficientes para que hayamos interiorizado el proceso de llegar a un teatro y apagarlo, ¿no? ¿Acaso no hay multas por fumar en locales públicos donde no está permitido o por aparcar en zonas restringidas ¿Por qué quién molesta a su vecino de butaca, que ha pagado su entrada, se va de rositas? En fin, hecha esta reflexión (o digresión, dirán), cuenta el protagonista de estos entremeses que, «aunque se representan poco, al menos en el teatro profesional, a Ángel le parecían unas pequeñas miniaturas. Si una miniatura de Goya no tiene por qué tener menos valor que un cuadro grande, igual ocurría con estas piezas». Y defiende el actor el genio de Cervantes: «Él bebe a su vez de Plauto, del Renacimiento, en concreto del "Decamerón", y de la comedia dell'arte. Ángel trata en escena a todos los personajes sin perder la referencia de la comedia dell'arte, en la que los tipos son estereotipos». En el Teatro de Cámara, Gutiérrez ha prestado atención otras veces a Cervantes, desde «La cueva de Salamanca» a «El juez de los divorcios». Estas dos piezas eran una vieja cuenta pendiente. «"El viejo celoso"es, de las obras pequeñas de Cervantes, la más redonda. Tiene un lirismo muy naíf, a veces parece casi una acuarela japonesa», resume Estebas.

Más CervantesAdemás de los pasos y entremeses, otro texto del autor alcalaíno se cuela en la semana de San Isidro: «El licenciado Vidriera». La novela ejemplar cervantina llega esta semana al Fernán-Gómez gracias a la compañía Teatro del Temple dirigida por Carlos Martín. José Luis Martín da vida al licenciado que, víctima de una pócima, pierde el juicio y cree tener el cuerpo de vidrio, presto a romperse siempre en mil pedazos. Reflexión y humor se unen en escena de la mano del protagonista, Tomás Rodaja, y del propio Cervantes, al que interpreta Javier Aranda.