Hollywood

Perdono pero no olvido

Las mujeres y los hombres pueden ser infieles por igual, pero a las féminas les cuesta más procesar el engaño de su pareja

La trastienda de Hollywood vivió recientemente una de sus habituales catalepsias emocionales al certificarse la penúltima infidelidad. La aparentemente virginal Kristen Stewart engañó al inmaculado Robert Pattinson con el director de «Blancanieves y la leyenda del cazador», Rupert Sander. Stewart se convertía en la mala de una película muy real y reabría el añejo debate sobre si la testosterona de los hombres les azuza para, a pesar de tener una pareja, ir de cama en cama ajena, mientras que los estrógenos de las mujeres les llevan a tener una vida afectiva y sexual sin amantes de por medio. En los últimos años, pocos especialistas recurren al factor hormonal y ofrecen otro enfoque: los hombres y las mujeres pueden ser infieles por igual, aunque las características de las relaciones paralelas que mantienen no son las mismas.
Según la psicóloga Patricia Castaño, los varones se inclinan mayoritariamente por «relaciones esporádicas y fugaces exclusivamente de índole sexual». A ellos les resulta más difícil establecer un vínculo emocional, «simplemente porque no es lo que están buscando». En cambio las féminas, una vez deciden vivir una aventura, buscan que ésta transcienda. «Nosotras lo vivimos de forma mucho más intensa afectivamente y la relación suele ser más duradera. La mujer no es infiel porque sí, normalmente obedece a un déficit de emociones que cree que no se la proporciona su pareja».
Una vez consumada la infidelidad, ¿quién perdona más fácilmente? Castaño mantiene que no es un asunto cuantitativo y sí cualitativo. Dicho de otra forma: las mujeres son más intensas y su proceso psicológico va a distinto ritmo que el del hombre. «Las féminas perdonan, sí, incluso antes que el hombre, pero les cuesta procesar la infidelidad. Tienen pensamientos obsesivos recurrentes, crece su desconfianza con la pareja, se fijan más en las grietas de la relación... Les cuesta más olvidar».
Los varones, por el contrario, no es que carezcan de sensibilidad y no les afecte. Lo que suele suceder es que, si bien les cuesta más perdonar porque el orgullo y la sensación de humillación les puede, cuando toman la decisión de aceptar la realidad y seguir con su pareja, son menos complejos y no entran en bucles de pensamientos invasivos y negativos.
Sea como fuere, la infidelidad es cosa de dos y en cómo se gestiona está la gran diferencia entre el universo masculino y el femenino. Comparten los sentimientos de decepción, desengaño y traición pero –siendo ellos comúnmente más cerebrales que ellas– tienen mejores armas y mayor predisposición para empezar de nuevo sin mochilas emocionales. 



EN CONTRA
Sé infiel y mira con quién
por Rosetta Forner

La infidelidad delata lo que el inconsciente esconde: se puede jurar amor eterno pero la conducta nos retrata. Si las personas se uniesen por amor y no por crear «pymes emocionales» (juntar dos sueldos, o uno, además de disimular soledades), la infidelidad no existiría, puesto que nadie en su sano juicio le es infiel a sus principios y a su corazón. Ergo, quien practica la infidelidad en verdad está descubriendo sus cartas sin tapujos ni disimulos. Hay quien todo lo perdona por «miedo a la soledad, al vacío, al qué dirán», aunque diga que es por «amor». Pues quien tolera que le tomen el pelo doblemente –cuando le ponen los cuernos y cuando le organizan la pantomima del «perdóname, no lo volveré...»–, no se ama y además le falta cuarto y mitad de dignidad. Quienes llevan las riendas emocionales de su vida sólo se unen a quien les habla a su alma. El amor no busca el perdón a la infidelidad sino la complicidad y la confianza. Por consiguiente, si amas, mira con quién te relacionas pues de infieles está el infierno relacional lleno.


A FAVOR
Una, pero no más
por Alfonso Merlos

Decía el sabio Khalil Gibran que los hombres que no perdonan a las mujeres sus pequeños defectos jamás disfrutan de sus grandes virtudes. El aforismo no es que rezume machismo. Simplemente no se puede aplicar a la inversa, porque en la naturaleza masculina van los defectos a granel y las virtudes son muy contaditas. El hecho es que la infidelidad sí debe perdonarse cuando es eso: un defecto, un deslíz, un error, una torpeza, una distracción, una pifia y un desatino. Pero sólo se puede liberar al otro o la otra del castigo por la ofensa cuando la metedura de pata es una y es perpetrada por dos hechos incontestables: el primero, que nadie es infalible; el segundo, que la carne es débil y susceptible de arrastrarse hasta la tentación y el pecado. Otra cosa es pasarle por alto los desaires y las deslealtades al que va de flor en flor o a la que va de aventura en aventura. Para esto ya hay que estar muy muy enamorado… o ser muy muy pardillo.