Albacete

«El asesino de El Salobral tenía planeado suicidarse»

Persuadir, negociar, lograr que un convencido decida dar un giro de 360 grados a sus planes y se entregue. Suena difícil, es dificilísimo. Sólo personas muy preparadas, con gran poder de convicción, habituales de la vida en la calle, con conocimientos de su jerga y, sobre todo, muy empáticos, pueden convencer a un asesino, ladrón, secuestrador e, incluso, suicida de que recuele y de un paso atrás. Que se entregue, que suelte a sus rehenes o que baje el arma con el que pretende pegarse un tiro. Ernesto Santamaría es uno de ellos.

Santamaría imparte clases a los equipos especiales de cadaa cuerpo de Policía
Santamaría imparte clases a los equipos especiales de cadaa cuerpo de Policíalarazon

Este ex comisario argentino, retirado en las costas de Levante, trabajó durante más de veinte años intentando dar gato por liebre a los delincuentes. Ahora, imparte clases a los equipos especiales que cada cuerpo tiene definido para estas actuaciones. Ha trabajado con la Guardia Civil, la Policía y la Ertaintza.

-La Guardia Civil tiene un equipo de élite de negociadores. Uno de ellos intentó convencer el pasado lunes a Juan Carlos Alfaro, el asesino confeso de una niña de 13 años y de otro vecino de El Salobral (Albacete). Tras seis horas de "charla", "El Fraguel", como le apodaban en el pueblo, decidió pegarse un tiro. ¿Qué falló?
-El suicida sabe que va a pegarse un tiro antes de que los agentes comiencen a negociar. Juan Carlos lo debía tener todo planeado. Y es que cuando ha resuelto quitarse la vida es muy difícil convencerle. Al asesino confeso le faltaba valor y estaba convencido de que su única salida era suicidarse. Lo hizo delante de los agentes, en público, como pago por el daño causado. "Me mato y así pago lo que hice", debió pensar. Buscaba redimir su culpa.
-Los agentes, sin embargo, afirmaron que las negociaciones iban bien, que se iba a entregar.
-Él debió dar muestras de ello. Convenció a su negociador, aunque al final ejecutó su decisión primaria. No obstante, se considera que una negociación está bien encaminada cuando bajan las demandas del delincuente. También es significativo que el negociador deje de hablar del delito y empiecen a tener una conversación más distendida, a comentar su vida. Aquí es donde comienza a jugar un papel fundamental la empatía. Si hubiera rehenes de por medio, empezaría a liberarlos, les dejaría de martirizar psicológicamente. También es un indicio positivo si deja de gritar, de hablar agitado y se da cuenta de que lo mejor es entregarse.
-Y, ¿cómo se sabe que la cosa va mal?
-Cuando no existe un portavoz único. Es decir, en aquellas acciones en las que hay varios delincuentes y van pasándose el teléfono. No sabemos quién es el jefe y con cada llamada hay que empezar de cero. Es imposible lograr una conexión efectiva.
-¿Cómo se inicia la charla con el delincuente?
-Existe un protocolo específico de actuación para acercarse a las personas. En el caso del suceso de El Salobral, si los agentes hubieran entrado directamente en la finca, les habría disparado. De ahí que el primer paso es contactar a través de un megáfono para facilitarle al criminal un teléfono móvil, en el caso de que no lo tenga. Si cuenta con uno, la familia facilita el número de teléfono y le llaman inmediatamente. Las presentaciones son imprescindibles y, poco a poco, debe ganarse la confianza del "malo"para lograr un final feliz. Eso sí, es muy importante que nunca se llame a un sacerdote. Puede obtener el resultado contrario.
-¿Pueden pedir la colaboración de algún familiar en la negociación?
-No es recomendable porque puede haber reproches y una salida de tono de cualquiera de las partes estropearía todo el proceso. Un familiar, en algún punto, incluso podría sugerirle que se quitara la vida y eso va en contra de la labor del negociador.
-¿Es más complicado convencer a un asesino o a un ladrón
-Un asesino circunstancial es difícil que ceda porque está perturbado. No organiza sus ideas. En el pueblo de Albacete todo el mundo sabía quién era Juan Carlos y su única opción era suicidarse. El que planea el delito, actúa de forma más fría y no busca el suicidio. Por ejemplo, en un asalto a un banco se darían varios pasos en una negociación. Las demandas del ladrón empezarían por que le dejaran escapar con el dinero. Después de unas horas convenciéndole, plantearía largarse sin el dinero. El éxito total sería que al final se entregase. Es un juego de roles: negociador-policía y negociador-delincuente.
-¿Siempre han existido negociadores en España?
-No, es una figura relativamente reciente. Mientras en Argentina llevamos muchos años formando a los agentes, también en los aspectos psicológicos, aquí es un fenómeno relativamente reciente y que se ha desarrollado por el incremento de la delincuencia y de su nivel de violencia. Los delitos mutan con mucha facilidad y más cuando llegan inmigrantes con nuevos métodos para delinquir. Es relevante, también, tener en cuenta la profesionalización de los agentes del orden que cada vez están más preparados y llegan con más rapidez. Así, a los delincuentes no les da tiempo a escapar y se crean más situaciones con rehenes, así como persecuciones.