Barcelona

OPINIÓN: La Pascua del Espíritu Santo

La Razón
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Celebramos Pentecostés, la culminación de la Pascua, con el don del Espíritu Santo. Éste es fruto de la resurrección del Señor. Por eso Pentecostés es la culminación y como la maduración de la Pascua, realidad expresada popularmente –pero de manera muy profunda– diciendo que es la Pascua Granada.
El don del Espíritu Santo y la resurrección de Jesús no se pueden separar. El Espíritu Santo nos ha sido dado para la nueva presencia de Dios entre nosotros. Por el Espíritu Santo Cristo vive en medio de nosotros y en cada uno de nosotros. Por el Espíritu Santo somos capaces de amar. Por el Espíritu Santo podemos «ver» al Señor – «ver» con los ojos de la fe. Por el Espíritu Santo podemos acoger a la persona de Cristo resucitado en la Iglesia reunida, en la Escritura proclamada como Palabra viva y eficaz, en los sacramentos, en la vida, en las personas –sobre todo en los más pobres- y en los acontecimientos de nuestra vida personal o de nuestra vida colectiva. Por el Espíritu Santo podemos pasar a la acción y dar la vida por los demás, a imitación de Cristo, abiertos a la esperanza del Reino de Dios.
Tiene una profunda coherencia que la jornada sobre el apostolado seglar haya sido situada en la fiesta de Pentecostés. Todos los miembros del Pueblo de Dios estamos llamados a realizar la única misión de la Iglesia, que consiste en la evangelización, esto es, en dar testimonio de Cristo con hechos y con palabras. Así, pues, todos los bautizados –presbíteros, diáconos, religiosos, religiosas, laicos y laicas- tenemos esta vocación eclesial y hemos de colaborar intensamente en la pastoral evangelizadora de nuestra Iglesia diocesana de Barcelona.
La evangelización de nuestro país no puede realizarse hoy sin la colaboración de los laicos. Esto exige por parte de los pastores una mayor apertura de mentalidad para que entiendan y acojan el «ser» y el «hacer» del laico en la Iglesia, que es también a la vez discípulo y misionero de Jesucristo.
En tal contexto, en esta Pascua del Espíritu Santo, miro con mucha esperanza el crecimiento de asociaciones cristianas, de movimientos apostólicos, de itinerarios de formación cristiana, de comunidades cristianas y de nuevos movimientos y nuevas comunidades. Todos estos hechos, como nos ha dicho el Papa Benedicto XVI, son un signo esperanzador.
Mi oración y mi deseo consisten en que todas estas realidades ayuden a que muchos bautizados asuman con mayor responsabilidad su identidad cristiana y colaboren más activamente en la pastoral evangelizadora.
Con este mismo objetivo, recientemente he dirigido una carta a todos los estamentos e instituciones de la diócesis –sobre todo a los consejos pastorales de las parroquias, arciprestazgos y al Consejo Pastoral Diocesano– en la que les pido que valoren la aplicación del Plan Pastoral Diocesano que llega ahora a su conclusión, el cual ya en su título manifestaba esta preocupación evangelizadora: «Anunciad a todos el Evangelio».
La necesidad urgente de realizar un trabajo muy evangelizador comporta la preparación del nuevo Plan Pastoral Diocesano y por ello he decidido hacer esta consulta sobre los objetivos que el nuevo Plan Pastoral debiera tener.
Ya desde ahora agradezco la colaboración de todos, porque es necesario que los objetivos pastorales para los próximos años sean fruto de una amplia aportación y de un amplio consenso de todos los estamentos de la diócesis.