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Julio Iglesias: «Nos debemos sentir orgullosos de pertenecer a España»

Vuelve con un disco doble que reúne 32 canciones, sus grandes éxitos, de «Hey» a «Un canto a Galicia». ¿Jubilarse? Nunca.

Carne de escenario. Julio Iglesias, durante uno de sus conciertos
Carne de escenario. Julio Iglesias, durante uno de sus conciertoslarazon

No hay nada peor que esperar una llamada de Julio Iglesias y ser incapaz de reconocer su voz. Aunque parezca mentira, es lo que sucedió ayer pasadas las cinco de la tarde. Tras el equívoco y las risas, el cantante, siempre con la palabra amable y el halago en los labios, habló de música y vida, aunque lo primero nutra, en su caso, lo segundo. Se expresa a la velocidad del rayo y no elude contestar ninguna pregunta. No extraña que su vida sea un puro récord: de ventas de discos, de personas que hayan asistido a sus conciertos, de veces que ha pisado un escenario, de países diferentes en los que es capaz de trabajar en una misma semana. Vuelve a la carga con sus grandes éxitos, de «Hey» a «Manuela», de «Me va, me va» a «All Of You», que recupera junto a Diana Ross.

-Ahora los escucho de otra manera, aunque sigan siendo mis canciones de siempre. Ahí están todas. Quería probarme y comprobar si con la técnica que tenemos ahora era capaz de mejorar el sonido. Lo he hecho también porque quería aprovechar el tiempo libre que me queda entre gira y gira. Deseaba comprobar que la vida me ha dado tiempo para aprender más.

-¿Más?
-Se aprende siempre. Yo llevo haciéndolo toda mi vida.

-¿Satisfecho con el resultado de «1», su nuevo trabajo?
-Me doy un aplauso de vanidad después de escuchar el resultado; digamos que peco, pero es un pecadillo venial que yo mismo me puedo perdonar. Existe un motivo para haber vuelto a estos temas. Quería contestarme algunas preguntas: por qué escribí estas letras, como fui capaz en su momento de unir palabras sencillas pero que tuvieran un contenido, que han quedado ahí y que creo, con modestia, que poseen su valor. Gracias a ellas puedo cantar por todo el mundo, de Finlandia a China. Gracias a ellas soy lo que soy, aunque estén mal o regular cantadas. Cada una posee un significado. Y el sonido que se va a escuchar ahora es impresionante. El público va a entender que no tengo voz de pito, porque he escuchado algunas versiones de «Abrázame» y no me reconozco casi. Cumplo un deseo que tenía en mi cabeza desde hace veinte años y estoy feliz porque me gusta. ¿Satisfecho? No, más que satisfecho, mucho más. He trabajado, además, con grandes artistas españoles, con una camada de músicos que han formado lo mejor de nuestro arte, Gracia, Iniesta, Villa, Leyva. Me siento orgulloso.

-Imagino que experimentará un sentimiento similar ante su hijo Julio José. Seguro que ha podido acceder en Youtube al vídeo de su actuación en el programa «Tu cara me suena».
-Claro que sí, y está genial. Tiene muchísimo talento, le sobra. No me extraña que cuando la gente lo ve en la televisión digan aquello de: «¿Será verdad que el padre va a tener talento?». Y fíjate Enrique dónde está y adónde ha llegado. Y lo que le queda, porque es un número uno, él sí que lo es.

-No debe ser fácil imitarle...
-Es muy complicado porque tengo una variación total a la hora de interpretar dependiendo de los años. Yo no canto igual un tema en los 70, una década después o en los 90. La versión de Julio José de «Hey» fue histórica.

-Vive a muchos kilómetros de España, pero está al tanto de lo que pasa aquí. ¿Le duele que haya cinco millones de personas que no tengan empleo?
-Siempre he dicho que soy un privilegiado porque hago lo que me gusta desde hace bastante tiempo y me pagan por ello. Sé que hay muchísimas personas cuyo espacio es limitadísimo, que no tienen cómo llegar a fin de mes, son problemas tremendos a los que hay que enfrentarse. Estamos viviendo ahora mismo, además, y en nuestras carnes la gran injusticia europea, el tema de la deuda y del interés del 7 por ciento que me parece terrible, eso sí que es partidismo. El legado y la hipoteca que vamos a dejar a nuestros hijos en los próximos diez años es monumental y demasiado pesada. El Banco Europeo ha estado lento y se ha portado muy injustamente con España.

-¿Reconoce la España que ve ahora o la percibe un tanto alicaída, aunque esperanzada?
-No se puede decir que España sea un país alicaído cuando estamos ante el más contemporáneo de Europa. Tenemos tantas cosas buenas, un turismo de primera, unas comunicaciones estupendas y una gente capaz de remontar lo que sea. Los jóvenes son fuertes y tienen ganas y poseen capacidad para enfrentarse a lo que les pongan delante. Me parece increíble y no me puedo hacer a la idea de que la gente que empieza y que vale tenga que marcharse fuera de España, cuando éste ha sido un país de emigrantes.

-Imagino que tiene decidido su voto, que no me va a decir a quién se lo va a dar, y está en su perfecto derecho pero, ¿se sumará Julio Iglesias al cambio?
-No voy a decirte a quién votaré porque la decisión es personal, pero, gane quien gane, España ha de estar preparada para asumir su multiculturalismo y su enorme creatividad. Vamos a salir de la crisis mucho antes de lo que pensamos, estoy absolutamente seguro porque confío en la gente. Tenemos futuro, ganas y fuerza. No somos un país que hoy esté de moda y mañana no. Estamos ahí, aunque hayamos pasado por mejores momentos. No dejemos de crear. Además, si somos capaces de tener con nosotros a los mejores deportistas del mundo, ¿cómo no vamos a ser optimistas? Yo creo que también es cuestión de disciplina y de sentirnos orgullosos de pertenecer a una nación como España. Estamos preparados para afrontar retos nuevos.

-Su padre sufrió el calvario terrorista en sus propias carnes. Imagino que aquel año 1981 debió de ser durísimo para usted. ¿Cree que ETA debe dejar las armas de manera radical?
-El fin de ETA tiene que ser absoluto y radical, total y sin armas. Tienen que pedir perdón, decir «Ahí están las armas», y despedirse de empuñar pistolas y metralletas para siempre. Y después, que tengan la actividad política que quieran. Mi padre vivió el terror en sus propias carnes y lo olvidó; con el tiempo los perdonó el pobrecito. Yo pienso en la suerte que tuve porque él regresó a casa y lo tuvimos muchos años más entre nosotros, pero nunca he dejado de tener presente a los cientos de personas que han sido asesinadas, en padres de familia, en gentes que no tenían culpa de nada y ya no están. Sus esposas, sus hijos, sus familias enteras son las que necesitan con urgencia ese perdón.

-Hemos hablado de música, de economía, de política. No puedo dejar de preguntarle por el fútbol. Usted jugó en un Real Madrid que poco o nada tiene que ver con este equipo blanco que lidera José Mourinho. Por cierto, ¿qué le parece el entrenador?
-Las personas que tienen gestos apasionados me caen muy simpáticas, y él es apasionado y al tiempo vulnerable. Ha levantado el ánimo y motivado a un equipo que no lo estaba. ¿Que si tiene defectos? Todos. Yo también tengo unos cuantos. ¿Que si Guardiola no los tiene? Quizá es que están mejor guardados. Es un hombre que me fascina, un campeón. Si le tengo que puntuar le doy un diez, y si un día hace algo que no me gusta, le rebajo a un nueve, aunque le vuelvo a colocar una matrícula al día siguiente.

-¿Se jubilará alguna vez? ¿Se vendrá a vivir a España?
-¿Sabes una cosa? Yo no me voy a jubilar en mi vida.
 

 

El detalle
EL CANTANTE «AGOTA ENTRADAS»
Nos nos extraña que hoy, en pleno despegue del siglo XXI, grupos como Coldplay (en la imagen, su líder, Chris Martin) logren vender en cuarenta y cinco minutos 17.000 entradas para un concierto en Madrid –el que abría la gira mundial de presentación de su nuevo disco «Mylo Xyloto»–. Pues bien, hace 27 años, en 1984, Julio Iglesias consiguió agotar en dos horas todas las localidades que se habían puesto a la venta para sus ocho noches en el Radio City Music Hall de Nueva York, hazaña que repitió poco tiempo después en Los Ángeles, esta vez para diez actuaciones.