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Domingo la fuerza del divo

«Thaïs»,De Massenet Intérpretes: Malin Byström, Plácido Domingo, Paolo Fanale, Gianluca Buratto, Aldo Heo, Micaëla Oeste. Orquesta de la Comunitat Valenciana. Dirección musical: Patrick Fournillier. Palau de les Arts. 25-III-2012 Valencia.

Domingo la fuerza del divo
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El Palau de les Arts iniciaba con «Thaïs» (1894) de Massenet el «tour de force» de Plácido Domingo en la casa, a lo largo del cual canta en esta obra y dirigirá funciones de «Tosca» y «El Cid». Es, además, su debut en el papel de Athanaël, que en meses repetirá en Sevilla. Él es lo más importante del título programado para el público asistente, como quedó patente en los aplausos. «Thaïs» (1894) posee pocos fragmentos conocidos –la «Meditación» o «el aria del espejo»– y responde más al Massenet de «Esclarmonde» o «Herodiade» que al de «Manon» o «Wer-ther», pero se deja ver y escuchar si se presenta con la calidad con la que lo hace el Palau.
En rojo y dorado

La puesta en escena, proveniente de la Ópera de Göteborg, reúne atractivo visual y resuelve los problemas de algunos episodios. Así la célebre meditación, con el recuerdo de la protagonista a su vida pasada o su ascenso a los cielos. Posee colorido, muy en rojos y dorados, la gran vir-tud de un movimiento escénico que hace muy llevadero y rápido el cambio de cuadros y, sobre todo, el espectador no tiene que interpretar nada de cuanto sucede. El coro cumple bien y la orquesta sigue siendo un prodigio a pesar de las deserciones que se están produciendo. Patrick Fournillier dirigió con efectividad y atención al detalle, saboreando la riqueza melódica de la partitura. Cosechó muchos aplausos en sus entradas al foso y tras la comentada meditación, en lo que el primer violín cumplió pero sin alcanzar la calidad de algún otro compañero anterior en el mismo atril.

La ópera lleva por título el nombre de la soprano, y ella es sobre el papel la protagonista. Malin Byström proviene de las frialdades suecas y ello se deja ver en algún que otro momento en el que sería deseable un mayor dominio de la finura francesa, pero es una soprano lírica con voz generosa de amplia proyección y adecuada presencia. Quizá llegase al final algo cansada y de ahí un par de destemplanzas en la zona aguda. El tenor Paolo Fanale, de gusto pero corta potencia, fue un Nicias adecuado al Athanaël del reparto, por cuanto dos tenores podían suponer un problema de falta de contraste.

 ¿Qué decir de Plácido Domingo? Ante todo reconocer su personalidad y categoría artística, ambas impolutas como el fiato, que resulta admirable y más considerando su edad. Que no haya un temblor, que el timbre siga siendo de oro, es un milagro y se agradece escuchar a un maestro con esa inteligencia, el saber decir y, en definitiva, su clase. Uno entiende que, estando ya lejos «Manon Lescaut» u «Otello», quiera proseguir carrera en papeles baritonales, pero lo que nunca va a poder hacer es cantarlos con el color para el que fueron pensados y escritos. Él sigue siendo un tenor, aunque cante de barítono. No estamos ante una cuestión de notas, pues Athanaël encaja en sus registros, sino de una oscuridad tímbrica sin la que no se puede hacer justicia al personaje. Otro aspecto más cuestionable viene del dominio de la parte. Para transmitir todo cuanto encierra un papel como este intolerante, fanático y controvertido sacerdote es preciso conocerlo a fondo, tener notas y texto asimilados a fin de evitar esas excesivas cautelas que, cuando una cosa está cogida con alfileres, impiden que uno dé lo mejor de sí mismo. No creo que Plácido estuviese despreocupado y, aunque no necesita consejos, debería intentar disfrutar él mismo más de estos papeles que quiere cantar, preparándolos con tiempo y no como para competir con Fernando Alonso. Plácido sigue siendo Plácido. Él y sus compañeros se alzaron con uno de los mayores éxitos del Palau de les Arts.