Afganistán
Unos salvajes por Reyes Monforte
Extirpar los genitales de tu hija rebanándole el clítoris y legarle problemas de salud irreversibles para toda su vida no da el título de padres, más bien el de salvajes. Defenderse diciendo que se hizo en su país de origen da una idea de la catadura moral del matrimonio.
Sencillamente, sobran las palabras. Eso sí, a ver si esta vez nos ahorramos el dantesco espectáculo del iluminado de turno que, enarbolando una tergiversada noción de libertad y una apestosa doble moral, asegura que hay que respetar su «cultura», su tradición.
Lo hemos visto en otras ocasiones, como con el burka, cuando unas señoras a las que nombraron ministras –la pregunta sigue siendo por qué– dijeron muy indignadas que vestir esa prenda humillante e inhumana es una elección libre de cada mujer. No deben saber que la única elección libre que hacen miles de mujeres de esa prenda en Afganistán es para suicidarse bajo ella quemándose a lo bonzo o desfigurando su cuerpo con aceite hirviendo.
Las leyes
Según esa grandeza de criterio y ese derroche de sabiduría, la lapidación de la mujer amparada por la constitución iraní también debe ser respetada puesto que es, ya no parte de la tradición salvaje y tercermundista de una panda de descerebrados, sino de sus leyes.
Ya es denunciable y punible que lo sigan haciendo en su país, pero que lo hagan no sólo en España, sino en el resto de países occidentales, es una inmoralidad que debe ser castigada de manera ejemplar.
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