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Resnais rejuvenece a los 90

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Cuando Alain Resnais se topó con la novela «El incidente», de Christian Gailly, supo que la película que debía rodar estaba contendida en sus páginas. «Cuando escuché su voz por la radio, encantadora, irónica y melancólica, me chocó profundamente. Y la obra me cautivó. No lo dudé y le dije al productor Jean-Louis Livi: ‘‘Acabo de encontrar ese sonido que desde hace semanas llevamos persiguiendo''. Me había dado cuenta de que sus diálogos o duetos están a la espera de ser dichos por los actores», asegura el realizador, quien se sintió fascinado por la vitalidad increíble que demuestran los personajes «en lo que puede considerarse una carrera directa hacia el error». La novela habla del ‘‘deseo del deseo'', según una expresión que utiliza Livi, productor de la cinta, el que nace en George desde el principio, incluso antes de conocer a Marguerite o de haber hablado por teléfono con ella y que, a continuación, se alimentará del mismo». En las cinco décadas en las que Renais lleva trabajando en el cine ha influido en cientos de realizadores que han bebido en su manera de trabajar, sin límites, donde la técnica iguala en maestría al contenido.

Debajo de un coche
La historia de «Las malas hierbas» gira alrededor de una mujer, Marguerite Muir, a quien da vida Sabine Azéma, que pierde su bolso. La cartera aterriza debajo de un coche que pertenece a Georges Palet (André Dussollier). Cuando abre la cartera para saber de quién es, la foto de ella intriga tanto al hombre que no puede resistirse a llamarla antes de devolverle la cartera. A pesar de su vasta carrera, aún, dice, se sigue sorprendiendo: «Una de las cosas que más me llaman la atención del cine es la manipulación del tiempo en la sala de montaje. Te sientes como si poseyeras un poder especial». Resnais vive en París, donde siempre se ha considerado un director a disposición de los productores, entregándose por completo a la historia sin pensar en su sello y aunque nunca se desprenda de él («yo hago experimentos, me gusta disfrutarlos», ha dicho una y otra vez), avanza que «prefiero rodar las escenas de una forma distinta a la tradicional». Una afirmación permanente de la mayoría de los directores que, en su caso, es sinónimo de éxito.

El título de «Las malas hierbas» que da nombre al filme tiene una clara razón de ser. Así decidió llamarlo porque, según él, los protagonistas no estaban destinados a conocerse en un primer momento. Hay una casualidad que lleva a que se unan, un destino: «No existe una razón para que se amen. En francés, con el nombre de "Les herbes folles"se denomina una planta que crece en un lugar donde no hay esperanza para que se desarrolle, un terreno que le es hostil. Son como esas semillas que surgen casi de la nada y estiran buscando el sol y que con poca agua se pueden mantener. Ya sea entre dos edificios o en un techo, son capaces de espigar y de sobrevivir donde menos lo espera uno. Quería decir a través de esta metáfora que considero a estos dos personajes y su relación como una sinrazón, algo inesperado».

«Dicen que el director siempre hace el mismo filme pero yo trato de que mi último filme sea lo contrario al anterior. En mi caso, esa máxima que cuadra a otros no se cumple. Digamos que estoy de acuerdo con la teoría del cine de autor y, sin embargo, yo no me considero como tal», explica Resnais, quien presentó meses atrás esta cinta en Nueva York.

Novela de cine
A pesar de sus casi noventa años, no dio muestras de cansancio. Quizá porque la cinta que acaba de estrenar le ha entusiasmado, quizá porque es la primera vez que lleva a la pantalla una novela. Así lo explicó: «Es cierto que nunca he adaptado un libro hasta ahora, pero tanto el tono como los diálogos fueron lo que despertaron mi curiosidad. Gailly ha escrito trece libros y cuando le pedí permiso para adaptar uno de ellos le dije que iba a leerme los anteriores que tenía y elegir cuál adaptaría, a lo que me contestó con una absoluta generosidad: ‘‘La que tú quieras''. Y eso fue lo que hice».

Desde sus supervivientes en «Hiroshima mon amour» a los románticos sin esperanza que protagonizan esta cinta, los personajes de las películas de Renais mantienen sus emociones por encima de todo: «La vida imita al arte en lugar de ser al revés. Es bastante más importante sentir en la vida real que cuando estamos frente a una pantalla viendo una película. Cuando ruedas un documental y estás tan cerca de la realidad no tienes espacio para darle forma. En las películas los directores moldeamos las emociones. Yo trato de acercar las verdades de la vida en todas mis películas y ruedo teniendo en cuenta cómo serán los resultados». Habla también Resnais de cómo son los decorados, de la manera en que ha tratado el color y la música: «En ellos hay un toque de color como un trazo de pincel. Después viene otro diferente. Gautier no dudó en utilizarlo sin mezclar las tonalidades. Los colores se suceden, sin transición, sin fundirse. Y el compositor Mark Snow ha buscado efectos de ruptura, sincopados, utilizando estilos muy diferentes de una escena a otra. Cuando se cuenta con un guía como la que ha escrito Gailly, simplemente basta con dejarse llevar», apunta Resnais, gran conocedor de la paleta de claros y oscuros y del mundo del arte, pues sus primeros trabajos cinematográficos, cortos documentales, tenían como protagonistas a Van Gogh, Gauguin o el «Guernica». A mediados de los cincuenta estrenó «Noche y niebla», considerada por Truffaut como la mejor cinta hecha nunca. «¿Proyectos?. Necesito tomarme mi tiempo, pero no me faltan», dice como cierre.