Música
La música de la crisis
Zapatero no viaja en metro. Si lo hiciese, el pesimismo que demostró el jueves en el Congreso le hubiese invadido antes. Uno de los indicadores de andar por casa de la crisis y del paro es la cantidad de músicos espontáneos que ponen a prueba nuestros tímpanos –el sentido del ridículo no da de comer, así que lo han dejado aparcado para mejor ocasión– con cancioncillas. El repertorio es limitado y va por nacionalidades. Los latinos parece que la única canción que se saben es «El cóndor pasa» y pasa y pasa y no termina de llegar, del que he oído hasta 25 versiones. Los boleros tampoco faltan con sus letras tan optimistas ellas que, acompañadas por un timbre de voz chirriante, son letales. Lo más sangrante es que nos hemos acostumbrado tanto a esta situación que ni arqueamos las cejas cuando oímos una versión de «Somos novios»... en rumano, más los que chapurrean en un inglés propio de Epi en «Barrio Sésamo» las canciones de Frank Sinatra.
Ésa es la música de la crisis, la de gente anónima, en su mayoría inmigrantes, que han hecho de los andenes y los vagones su propio «Operación Triunfo». Si logran al día diez euros, les produce la misma euforia que a Bustamante. Rara vez ocurre. Los pasajeros, como los monos de Gibraltar y al igual que el Gobierno, nos tapamos los ojos, los oídos y hasta la boca para intentar ignorar esa realidad tan lacerante.
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