Afganistán
Justo reconocimiento
La pasada semana fue especialmente positiva para la imagen de las Fuerzas Armadas. En realidad, nada nuevo para un colectivo disponible cuando se le necesita las 24 horas del día y los 365 días del año. Una vez más, el Gobierno recurrió a los militares cuando fue consciente de su incapacidad para reconducir la rebeldía de los controladores derivada de un conflicto laboral no resuelto desde hacía seis años. Su trabajo fue esencial y ejemplar. Por el camino, se quedaron descansos programados y vacaciones comenzadas. Para valorar la trascendencia de su aportación sólo cabe imaginarse qué habría pasado en el país sin la entrada de los militares en escena y cómo habría evolucionado el caos que atrapó a cientos de miles de personas. Por eso, no puede sorprender que, de nuevo, se constatara, también estos días, la magnífica opinión que los españoles tienen de sus Fuerzas Armadas. El último barómetro del CIS del mes de noviembre concluyó que la castrense se mantiene en el primer lugar en el índice de confianza de los ciudadanos respecto a sus instituciones, a diferencia del Gobierno y los partidos políticos, que se sitúan en el último lugar en la estima de la gente. La última vez que el CIS realizó este mismo estudio fue en noviembre de 2008 y entonces el Ejército ocupó esa misma posición de privilegio. Evidentemente, la admiración mantenida durante tanto tiempo no es el fruto de la casualidad ni de una determinada coyuntura, sino de una trayectoria de servicio a los intereses generales que ha calado en una opinión pública necesariamente exigente respecto del trabajo de los servidores del Estado.
Las Fuerzas Armadas han sabido ganarse el reconocimiento tanto dentro como fuera de nuestras fronteras. En estos años de democracia, su tránsito hacia la modernidad y la profesionalidad ha sido ejemplar desde el respeto a una tradición y a una historia fundamentales. Hoy, los militares españoles participan en misiones, como Afganistán y Líbano, del más alto nivel de exigencia y peligrosidad, con resultados inmejorables. Nuestros mandos ocupan responsabilidades en los cuarteles generales de instituciones multinacionales y la valoración de su trabajo es elevada. A ello se añade el mérito de que cumplen con su deber a plena satisfacción no siempre con los medios más adecuados. Hay mucho que mejorar en cuanto a la dotación material de nuestros ejércitos, y también en cuanto a la compensación económica que reciben los profesionales y que no suele estar a la altura de la responsabilidad y el trabajo realizados.
En tiempos de crisis e incertidumbre, donde la imagen internacional de nuestro país está seriamente resentida, los militares nos representan ante el mundo de forma extraordinaria. El Ejército es también un modelo de convivencia e integración de muchos inmigrantes que sirven hoy a nuestro país en sus filas, un ejemplo de servicio a la gente ante cualquier catástrofe o emergencia y un elemento vertebrador del país.
Se han ganado a pulso la confianza y el respaldo de los españoles. Son un espejo en el que otros deberían mirarse y aprender.
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