Literatura

Barcelona

El pregón de La Mercè reivindica la independencia

El Premio Nacional de Poesía enciende la polémica al hacer un pregón político en el inicio de las fiestas.

Margarit insta a los inmigrantes a aprender la lengua y la cultura catalana
Margarit insta a los inmigrantes a aprender la lengua y la cultura catalanalarazon

Barcelona- Los sindicatos, los bomberos de Barcelona y los vecinos del Raval que acudieron ayer a la plaza Sant Jaume para hacer oír sus reivindicaciones, aprovechando el interés que despierta el pregón de La Mercè, se rindieron ante la prosa y el verso de Joan Margarit. En cuanto el arquitecto y poeta habló, abandonaron los gritos de «alcalde dimisión» para leer entre líneas el pregón más político de los últimos años. El de Margarit no fue un pregón de corte clásico. Aunque no faltó un paseo por la Barcelona de su infancia, donde los profesores le obligaban a «hablar en cristiano», Margarit utilizó el altavoz del pregón de La Mercè para plantear la independencia de Cataluña.

El poeta que dice que la libertad «es la razón de vivir», «los diarios al final del día» o «la canciones prohibidas», se dio la licencia de animar a Cataluña a separarse de España. Margarit no fue agresivo como Joan Puigcercòs ni ambivalente como Artur Mas. En ningún momento pronunció la palabra independencia. Se sirvió del arma que más domina, el arte de la palabra, para instar a Cataluña a defender su existencia como «nación». Evocó que la nación catalana «hace mucho tiempo que pactó con otra nación, que era Castilla, para formar una unidad, que se acabó llamando España». Para luego advertir que «ahora estamos en un momento difícil después de siglos de conflictos» y plantear que «Cataluña, en este momento crítico de cambios en el equilibrio social y económico del mundo», quizás «tenga que renunciar al tipo de unión que hace siglos convino a ambas partes –Cataluña y España–».


Oda a la independencia
«Quizás ha llegado el momento de aceptar que hace falta cambiar profundamente la relación con esta España si los ciudadanos de Cataluña, sea cual sea la lengua materna que hablamos, queremos que la nación llegue a ser una Holanda, o una Dinamarca en este nuevo orden mundial (...) está configurando», proclamó Margarit en el Saló de Cent.

De nada sirvió que el pregonero se declarara bilingüe, ni que quitara hierro al debate Cataluña-España al rememorar una conversación con su amigo y gran poeta Luis García Montero, que una vez le dijo: «Joan, garantízame que tu amistad nunca se independizará de nosotros. El pregón disgustó a los concejales del PP, que no aplaudieron a Margarit. Aplaudió Pasqual Maragall, el cardenal arzobispo, Lluís Martínez Sistach, y Hereu calificó el discurso de «magnífico pregón». Sin embargo, la polémica ya estaba creada y el popular Alberto Fernández lamentó que «los actos cívicos y de proyección de las fiestas de Barcelona se politicen». «Más que un pregonero de la ciudad, ha sido un vocero nacionalista», dijo.

Aunque el poeta será recordado como el pregonero que se atrevió a hablar de política, Margarit también habló de inmigración, de amor y rememoró pasajes de su vida a través de la poesía. A los inmigrantes les instó a integrarse a «aprender la lengua y la cultura del lugar que te acoge». Porque «no hacerlo es una actitud de menosprecio» y de «debilidad interior». A través de varios poemas fue evocando recuerdos como cuando el Parlament, hoy «sucio y triste», era el Museo de Arte de Cataluña; o la manifestación del 10 de julio en respuesta a la sentencia del Estatut emitada por el Tribunal Constitucional.

Pero el poema más aplaudido fue el dedicado a su hija Joana, deficiente psíquica y física, que murió a los 30 años y que acaba así: «Es tan grande la riqueza que no parece que estos ojos del espejo –que te miran– puedan ser los míos».